e aquellos barros, estos lodos. El desafío lanzado por los independentistas es de un grado de peligro muy elevado para la estabilidad de nuestro sistema y, por lo tanto, desde el primer momento debería haber sido combatido con contundencia por el gobierno de España. El Gobierno dejó que se celebrara aquella primera consulta independentista como si se tratara de un juego, o una nadería a la que no hiciera falta prestar atención. Sin embargo, el plan de los independentistas ha resultado ser un juego perverso que nos ha pillado en la higuera porque, a pesar de la ilegalidad de aquella consulta y de los pobres resultados obtenidos en la misma, lo cierto es que los catalanistas nos metieron un golazo. La interpretación que han hecho los independentistas y lo que han hecho creer a gran parte de la sociedad catalana ha sido que tienen que seguir adelante con su plan. La vicepresidenta del Gobierno tuvo que salir a hablar esta semana de las medidas contundentes que piensan tomar ante el nuevo paso adelante que pretenden dar los independentistas catalanes, y apareció tan electrizada como si hubiera metido los dedos en el enchufe. No es imposible, pero ahora es más difícil pararlo de lo que lo habría sido al principio, si no hubiéramos tenido a Rajoy en plan suavón, sin emplear todos los medios legales y materiales que hubieran hecho falta, a fin de impedir que se celebrara la consulta. No se puede reescribir el pasado, pero aquí Rajoy se puede apuntar un buen rosco y veremos las consecuencias y el trabajo que les va a costar ahora revertir la situación, si es que lo consiguen.

Miren de una tontería la que se puede armar. Ya ven en qué quedó la aparentemente ingenua consulta a los británicos, que ha derivado en el «Brexit», una ruptura en toda regla que Trump está empleando para abrir brecha en el epicentro de la Unión Europea. Frente a este órdago tan grave, el de Trump, sólo es posible responder con la unidad, pero de quiénes, si los británicos se están yendo y, quieren aprovechar el río revuelto para sacar tajada de su segregación frente al americano, los españoles tenemos los graves problemas de identidad nacional que todos conocemos y encima parece que falten reaños, los franceses están tan asustados por la amenaza del terrorismo que están a punto de caer en brazos de la extrema derecha anti-europeísta y Merkel está más que cuestionada por su generosidad con los refugiados y los recientes atentados en su país. El panorama es desolador y los europeos necesitamos estar más unidos que nunca ahora precisamente, para poder pintar algo en el gran teatro del mundo. O Europa o el caos.