uando en 1920 el general Manuel Fernández Silvestre tomó posesión como Comandante General de Melilla, pudo haber dedicado todos sus esfuerzos a solucionar los problemas de su ejército. Entre otros, la enorme corrupción imperante, el escaso entrenamiento de sus soldados, así como el escaso y anticuado armamento del que disponían. Quizá le parecieran problemas demasiado banales y prefirió generar un nuevo problema para conseguir crear una solución brillante. Así, que decidió atacar con todas sus fuerzas a los rebeldes rifeños para llegar a la bahía de Alhucemas y así poder acabar con la guerra. Meses más tarde ocurrió lo que se denominó «el desastre», que supuso la aniquilación de su ejército y casi el fin de la monarquía de Alfonso XIII.

Casi cien años más tarde, conocemos las líneas maestras definidas por el Consell en cuanto a la parte educativa. Fundamentalmente son dos, cargarse la educación concertada y potenciar la inmersión lingüística en valenciano en los centros escolares.

Cuando se estaba constituyendo el nuevo Consell, yo tuve la esperanza que fueran los socialistas los que quedaran al frente de Educación, pero parece que prefirieron Sanidad, ignoro si por las posibilidades de «enchufar» que esta Conselleria posibilitaba. Al elegir a Marzá, de Compromís, como nuevo Conseller, estaban claros los objetivos que iba a fijar. Y en eso, han sido consecuentes, han actuado según su hoja de ruta, por mucho que algunos de sus votantes se rasguen las vestiduras ahora.

Hábilmente, el ataque a la educación concertada, no se ha vendido como tal, sino como una defensa de la educación pública. Además, de forma sibilina está consiguiendo marear la perdiz en la renegociación de los conciertos educativos, de tal forma que ya los colegios no saben a qué atenerse. Lo que parece evidente y, para mí es un grave error, es que está renovación de los conciertos no va a depender fundamentalmente de los resultados educativos del centro sino más bien de otros más etéreos y de «buen rollo». Si a esto le sumamos la inseguridad que puede provocar en los padres los tardíos plazos en los que el posible convenio se firme, la concertada puede tener sus años contados.

El otro gran tema, es la potenciación de la inmersión lingüística del valenciano en los centros, a través de un decretazo (vaya con los de la carita sonriente). En el decreto, básicamente, se diferenciarán (por los recursos asignados) los centros entre «champions» o «segunda división» en función del porcentaje de horas de clase que impartan en valenciano. Volvemos a lo mismo, por ejemplo, el Consell valorará mucho más si un instituto imparte más horas en valenciano que los resultados de las Pruebas de Acceso a la Universidad que obtienen sus estudiantes.

Además, la configuración de los niveles de valenciano indicados en el decreto, pueden suponer graves inconvenientes a los estudiantes cuando pasen del colegio al Instituto, ya que tu colegio puede tener un nivel y el instituto otro. Otra vez más se demuestra que no hay la más mínima planificación en educación, confundiéndose deseos con la realidad de los medios. Como ha quedado claro en la gestión de la jornada continua en Alicante, con los conflictos Consell-Ayuntamiento. Nadie había previsto como se gestionaban los cierres de los colegios con el nuevo horario, ni quien era el que iba a organizar las actividades extraescolares gratuitas para los alumnos que fueran a salir por la tarde.

El decreto demuestra que no han dedicado mucho tiempo a pensar ni si su solución es viable, ni si es la mejor para los estudiantes de nuestra comunidad. Desgraciadamente, el actual Consell ha iniciado una nueva política educativa sin el necesario consenso, ni la necesaria valoración de los resultados educativos.

El General Silvestre que inició su loca campaña fue detenido por Abd-el-Krim en Annual. Tocará esperar para ver si la reforma de Marzá llega a su Alhucemas particular o las próximas elecciones se lo impiden.