El dicho popular dice que hay verdades, medias verdades, mentiras y estadísticas. También dice que las matemáticas sirve para describir realidades, pero no que las realidades descritas tengan que ver con un mundo real. Algo así pasa con el sector del calzado de la Comunidad Valenciana, y del resto del país. Sí, porque las estadísticas dicen que los resultados de 2016 son peores a los de 2105 en cuanto a exportación como al valor de las exportaciones. Habla de una contracción en los comportamientos de nuestros mercados tradicionales, y manifiesta un aletargamiento de las compras de Alemania, Francia y Reino Unido. Pues esto son las estadísticas.

Pero a pesar de las mismas, podemos afirmar que nuestro calzado sigue siendo un sector potente, tractor y que lidera las políticas de innovación en producción como en comercialización. Nuestras marcas siguen apostando en su imagen, que es valor, y buscan la recuperación de los precios por encima de la cantidad exportadora. Sí, hay un resultado negativo, pero que puede situarse en los comportamientos normales dentro de un crecimiento sostenido -como ningún otro sector industrial- desde 2010, aun cuando los efectos de la crisis económico-financiera estaban en su esplendor.

Una situación que no es alarmante, sino fruto de muchas circunstancias internacionales, económicas y sociales. De hecho, nuestro comportamiento exportador sigue en niveles positivos con respecto a nuestros competidores europeos. Hemos sido capaces de diversificar nuestros socios comerciales, registrando crecimientos en positivo fuera de la Unión Europeo. Es cierto que el comportamiento de Estados Unidos es una incógnita, pero nos hemos resituados en mercados muy importantes como el chino, crecido en Latinoamérica y sostenido en mercados tradicionales, en el contexto asiático, como Japón.

El sector de los componentes de calzado sigue en crecimiento en cuanto a su actividad comercial como a sus procesos de innovación y desarrollado, al tiempo que la demanda interna comienza a desperezar de su largo letargo de crisis como indicio incipiente de recuperación de confianza y mejora de los niveles de renta -de manera muy tímida- de las familias.

La familia que formamos el sector del calzado en la Comunidad Valenciana, con nuestros homólogos de otras regiones, debemos mirar al futuro con la certeza de que hay un horizonte mejor al que podemos llegar desde un presente que podemos calificar de bueno. Y para ello, debemos acometer algunas reformas, modificar algunos de nuestros comportamientos como empresas y seguir anticipándonos a los hábitos de consumo de este siglo.

El calzado tiene una serie de productores internacionales que ofrece productos de nivel medio/bajo en calidad. Nuestra apuesta, como ha sido hasta ahora, será la búsqueda de alta calidad, mejor nivel de precios, con mayores márgenes y, por lo tanto, de tiradas inferiores. No podemos olvidar que nos hayamos sumergidos en un proceso de multilocalización de empresas que nos está permitiendo mejorar nuestra competitividad en un mercado globalizado como el que nos encontramos. Además, como se ha apuntado anteriormente, diversificar nuestros mercados, llegar más y más lejos, nos permite ir echando lastre de nuestros niveles de dependencia por estar sometidos a un limitado círculo de mercado.

El calzado valenciano está en esta línea. Lo ha hecho bien durante lo peor de la crisis y ha aprendido, mejor que otros sectores, a adaptarse a los nuevos canales de ventas y de contacto con los consumidores a todos los niveles, mayoristas y minoristas. El calzado está en la postmodernidad, se encuentra dentro del siglo XXI, y con todas las garantías de salir airoso. No, no está todo hecho, ni va a ser fácil. Pero nunca terminamos de hacer las cosas a su tiempo, porque los tiempos cambian; y nunca fue fácil hacer zapatos, como no lo fue para el primer alpargatero que comenzó a trenzar suelas de esparto. Pero si lo supimos hacer antes, si lo sabemos hacer ahora, seguiremos sabiendo hacerlo mañana. Y lo haremos pisando fuerte, con calzado propio.