A Vicente Prats Esquembre,

in memoriam

Dejad que el viento me traspase el cuerpo / y lo ilumine. (...) / (...) Entra, entra en mi lumbre, / ábreme ese camino / nunca sabido: el de la claridad». Son versos de Claudio Rodríguez para un viento de junio, sur y salino. Pero el viento que nos despertó de madrugada este sábado veintiocho, viento de enero, era intenso y frío. Viento del noroeste también traía sus claridades. Porque todo viento que se precie despeja albores. También tristezas. Camino del mediodía nos avisaron del fallecimiento en Villena de Vicente Prats Esquembre.

Hace un mes y pico que habíamos hablado con él. Fue por teléfono. Le echamos de menos cuando la presentación del libro de Juan José Torres sobre Alfredo Rojas y el Café de las Doce. Entendiendo aquella tarde su ausencia, una tarde de perros en la que caían -como solía decir mi madre cuando esa lluvia fina y punzante- «punticas de demonio», le llamamos para comentarle las alusiones que habíamos hecho a su persona. Entre éstas las que en nuestra colaboración semanal habíamos radiado en Onda Cero Vega Baja y publicaríamos en Diario de la Vega bajo el título Elogio de la tertulia. Colaboración que también publicó EPdV (El Periódico de Villena). En ella, tras valorar la experiencia hermosa de aquella tertulia cotidiana y muy duradera en años, modelo de tolerancia, decíamos que Vicente Prats era «ejemplo precioso de aquello. Testimonio bendito». Pero como empieza a constar en las redes sociales a partir de la noticia de su muerte, Vicente Prats era mucho más. Solamente reseñar sus múltiples quehaceres en favor de la comunidad en diversos ámbitos (el de la Fiesta, Colegio Salesiano, Apadis...), resulta inabarcable para esta humilde endecha.

Con Vicente tuve la suerte de compartir algunos proyectos. Y vivir -también por suerte- sus exigencias. Si algo no le parecía bien no ocultaba su disgusto y te lo decía. Sin ánimo de molestarte, doliéndole que te doliera, pero te lo decía. También aceptaba tus peros. Entre otros proyectos, me embarcó en El Eslabón. Precisamente, cuando presentamos el libro de Torres recordábamos el comentario que Paco García hizo cuando Prats planteó la idea del periódico para los villenenses ausentes; y fue que si Vicente se había propuesto crear esta publicación, la publicación se haría y... Se hizo. Se hizo como tantas cosas que se propuso. También colaboré con él cuando se publicó el Villenerías de Alfredo Rojas, presentándolo en la sede social de los Moros Nuevos. Y el trueno gordo con el que me engriscó fue la edición de las Estampas villeneras de José Guillén Hernández. Lo hemos dicho muchas veces, esto era tarea para Alfredo Rojas; pero Alfredo ya no estaba. Aquí fue donde descubrí a Vicente Prats, cuando supe de sus bondades, inteligencia y lucidez. También de sus requerimientos. Exigía mucho a los demás porque se exigía mucho a sí mismo. Su entrega obligaba a nuestra entrega. Desde entonces sentí como lujo el haber podido serle útil.

Su muerte nos ha traído la tristeza. No estamos para perder referentes de humanidad. Vicente Prats lo ha sido -y tiene que seguir siéndolo- para nosotros. Hijo Predilecto más allá de protocolos que tanto mimó. Predilecto porque nos enseñó el tesón. Y el gozo del servicio a los demás. Y renunciando en su última hora a los merecimientos no podrá negarnos que queramos acordarnos siempre de él y reivindicarle como ideal. Cualquier ciudadano normal necesitaríamos muchas vidas para hacer lo que Vicente Prats ha hecho en una sola vida. Pero su experiencia nos invitará a intentarlo. Vida prodigiosa en entregas. Vida ejemplar. Predilecta. Descanse él en paz y... «Dejad que el viento me traspase el cuerpo / y lo ilumine».