l 22 de enero de 1973 se hicieron públicas dos sentencias del Tribunal Supremo norteamericano: Roe vs. Wade y Doe vs. Bolton. En ellas se declaraba constitucional el derecho a la interrupción del embarazo en los Estados Unidos de América. El lunes 23 de enero de 2017, cuarenta y cuatro años y un día después de estos históricos pronunciamientos, y dos días después de su toma de posesión como Presidente, Trump firmaba, rodeado de siete hombres de su gobierno, una orden ejecutiva en la que reinstauraba la conocida como «política de Ciudad de México». Inaugurada por Ronald Reagan en 1984, establece la prohibición de financiar con fondos públicos a organizaciones no gubernamentales extranjeras que realicen o promuevan la interrupción del embarazo como método de planificación familiar. La imagen de la firma era impactante por su significado. Un tuit lo describía a la perfección: «Nunca en tu vida habrás visto una fotografía de siete mujeres firmando legislación sobre lo que los hombres pueden hacer con sus órganos reproductivos». Claro que no. Sería algo absolutamente antidemocrático. Y no sólo por el fondo, sino por la forma.

Nunca ha habido un gobierno en ningún país compuesto exclusiva o de forma abrumadoramente mayoritaria por mujeres. Ninguna institución de ningún poder, ni legislativo, ni ejecutivo ni judicial, se ha conformado nunca así. Sin embargo, sí ha sucedido y sucede al contrario. Y eso es absolutamente antidemocrático. Las formas, en democracia, constituyen también en muchas ocasiones el fondo de la misma. Es lo que sucede con la paridad de mujeres y hombres ¿Acaso conocen pueblo alguno compuesto sólo o de forma abrumadoramente mayoritaria por un sexo? Si prescindimos de la paridad, no se puede hablar de democracia. Por eso, que se hable de democracia paritaria me chirría cada vez más. La paridad no es un adjetivo, sino un sustantivo. La paridad responde a una democracia sin adjetivos. No hablemos, pues, de democracia paritaria como el objetivo futuro a alcanzar. Hablemos, mejor, de democracia demediada como la realidad actual a superar.

Una realidad que se resiste a cambiar. Sólo un ejemplo reciente: parece que PP y PSOE han llegado a un acuerdo (sin luz ni taquígrafos) para la renovación parcial del Tribunal Constitucional que inminentemente ha de acometer el Senado. En el «reparto», el PP propone a dos candidatos (jamás ha propuesto a ninguna candidata al TC) y el PSOE, a una candidata y a un candidato. Si esto se confirma, el TC que, entre otros asuntos, deberá resolver el recurso de inconstitucionalidad sobre la ley que afecta exclusivamente a un derecho de las mujeres como es la interrupción voluntaria del embarazo, nos recordará a la foto del gobierno Trump: 10 hombres y sólo 2 mujeres decidiendo sobre nosotras. Independientemente de lo que puedan decidir, es antidemocrática esta composición.