El guionista y director de cine Daniel Sánchez Arévalo, de quien recuerdo la película AzulOscuroCasiNegro, que es un drama con toques de humor, que trata sobre varios jóvenes que intentan resolver sus problemas familiares y de pareja, irrumpe en el escenario de las letras con la novela La isla de Alice que fue finalista del Premio Planeta 2015, y que el propio autor define como un thriller que no se queda en el mero misterio, sino que ahonda en las relaciones humanas, y en la necesidad de amar y de sentirse amado, y también en la de encontrar tu sitio en el mundo.

Y leo con rapidez esa obra, en la que se narra como el marido de la protagonista muere en un accidente de tráfico en un lugar sospechosamente extraño, y donde a partir de ahí, la protagonista, con una niña de seis años, esperando un bebé, y con el miedo de que tal vez no haya sido tan perfecto su idealizado matrimonio, inicia una obsesiva investigación que le lleva a una pequeña isla, en donde despliega una labor detectivesca, para descubrir qué se esconde detrás de ese accidente automovilístico en un lugar singularmente insólito y misterioso.

Pero la novela, después de un arranque intrigante y prometedor, decae en su interés, y esa historia que cuenta como un terrible imprevisto trunca la vida aparentemente perfecta de una mujer, que decide investigar la extraña muerte de su marido, da paso a relatar la vida de otros habitantes de la isla y personajes secundarios, con sus secretos y problemas, en las que la homosexualidad no confesada de unos, o los problemas conyugales o relaciones familiares y vecinales de otros, o las crisis de identidad y los sueños y aspiraciones de algunos, no llegan a interesarme, con puntuales excepciones, como el extravagante propietario de la tienda especializada en artículos de espionaje, o la ternura que inspira la hija mayor de la protagonista, que es graciosa e imprevisible, así como las dudas contadas por Alice en primera persona mostrando sus vacilaciones ante el hecho de encontrar la verdad.

Y doy especial mérito a que la novela este escrita por Daniel Sánchez Arévalo como si fuera por una mujer, y ahora que me quedan solo cincuenta páginas para acabar el libro, vuelve a intrigarme la trama y me gusta el rumbo que apunta al desenlace de ese enigma, que se plantea llevará a su protagonista a conocer la verdad, y a encontrarse a sí misma.

Y antes de terminar las últimas páginas pienso en la importancia de conocerse a uno mismo, para entender nuestros miedos y pasiones, y para proponernos lo que nos dará paz interior y nos realizará, y que debería ser nuestro firme propósito en el camino.

Y con esa idea de saber lo que de verdad queremos en la vida, abro el libro para enterarme del final, o quizá del principio, de Alice, y de su vida, y de su isla. Y también, y así me lo propongo, de lo que de verdad quiero en la mía.