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El cambio implícito en la vida

Al cumplir años se aprende a tener aprecio por las pequeñas cosas

Somos lo que pensamos a lo largo del día. Solo sentimos aquello que pensamos. Analicen, por un momento, lo importantes que son las creencias. Imagínense que tuviéramos la certeza de que la vida es una aventura maravillosa, un regalo que hemos recibido para transitar a nuestras anchas por este enigmático Planeta. Y sin titubear, aceptáramos los cambios. Porque, la vida es cambio. Aquí, todo nace, crece, se multiplica y muere. El cambio es así. Es la norma en esta vida. La transformación es necesaria. Está implícita en esta vida. Y es que vamos a experimentar situaciones maravillosas. Pero también reveses y contratiempos. Nadie se libra de ellos. Pero, en nuestras manos está el ver las adversidades como oportunidades para progresar, para desarrollar interesantes soluciones, tener vivencias diferentes, conocer a personajes únicos. Porque, tener un problema en el trabajo, con un amigo o con la pareja, que el fontanero te haya hecho mil chapuzas, que te hayan robado el coche o la cartera, incluso, sufrir una enfermedad, no son más que diferentes situaciones en este maravilloso transitar por la vida ¿Y donde está la clave? Pues, señoras y señores, en no quejarse jamás. La queja causa mucho dolor emocional. Y enfermedad. El sufrimiento, la inconformidad, son una pérdida de tiempo y crean mucho malestar. Esto lo conocen muy bien las personas felices. Ellas saben manejar las situaciones y la percepción que tienen del mundo que les rodea. Porque la felicidad, en líneas generales, reside en la apreciación de lo que nos rodea. Y en disfrutar de aquello que podemos prescindir. Una vez que nos despojamos de toda necesidad neurótica, nos sentimos más libres, ligeros, armoniosos. Y así, con toda esta serenidad, no es posible lamentarse de las pérdidas, ni de la vejez y es más sencillo disfrutar de ella y abrirse a sus nuevas y maravillosas opciones. Porque, si no nos hemos quedado en el camino, nos hacemos mayores, pero también más sabios, disfrutamos de una mejor situación económica, hemos dejado atrás los complejos, perdemos la vergüenza, y apreciamos las pequeñas cosas; en definitiva, podemos disfrutar a tope de estas ventajas. El contacto con la naturaleza, con su lentitud y sencillez, es vital para darnos cuenta de todo ello. Ella nos dice que todo está bien, hasta nuestra propia muerte. Somos parte de ella y a ella volveremos, cuando hayamos terminado el transitar por este fascinante, enigmático y misterioso Planeta Tierra.

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