El ser humano tiene una clara tendencia a medir casi todo mediante una línea. Hoy por hoy, resulta inamovible la representación del tiempo con una recta, colocando a la izquierda el «antes» y el «después», a la derecha. No acaba de entrarnos en la cabeza que quizá el tiempo sea esa cuarta dimensión que anticipó Albert Einstein a principios del siglo XX y que, por surrealista que suene, algún día podamos embarcarnos en el «Caballo de Troya» de J. J. Benítez y cumplir el sueño imposible de viajar al pasado.

Con una línea, siempre ascendente, solemos representar el progreso del hombre. Nadie le puede toser al habitante del siglo XXI, todo han sido avances, ningún retroceso. Es la arrogancia del dueño del tiempo actual, incapaz de reconocer las luces de las civilizaciones antiguas. Y uno de los peligros de esa conducta es el constante revisionismo: hasta el pensamiento más brillante es susceptible de ser cuestionado. Así lo piensa el sindicato de estudiantes de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, que quiere vetar del programa de estudios las propuestas filosóficas de Platón, Descartes y Kant por el simple argumento de ser «colonialistas», «imperialistas»? y blancos.

Suena a chiste que en el espacio de la inquietud intelectual, de la experimentación, se escuche la voz de quienes quieren combatir, no ya a las personas, sino el mayor legado de los pensadores que más han influido en las generaciones presentes: las ideas. Y ese no deja de ser un argumento de peso para afirmar que no todo en el presente son luces. Luces, sí. Porque los alumnos de la escuela británica parecen haber alimentado el mismísimo mito de la caverna de Platón, atrapados en el interior de una profunda cueva en la que no llegan siquiera a atisbar esa luz, el conocimiento.

¿Y si los osados sindicalistas dejan a un lado el color de la piel de los filósofos y se centran en rebatir que la cualidad de pensar es precisamente lo que prueba la existencia humana? ¿Y si escuchan a Kant por un segundo y utilizan la razón para llegar a la verdad? Parece, en efecto, que no todo brilla en las universidades. Es como decir que Obama, en términos generales, ha sido mejor presidente de Estados Unidos por ser negro. Aunque, ciertamente, vaya a ser un blanco „Donald Trump„ quien se encargue de subirlo a los altares los próximos cuatro años.