Supe que se acercaba y por ello la vi venir. Una nube grisácea, casi plateada, comenzó a desgajarse lentamente del horizonte marino antes de despuntar el sol. Tumbado sobre la arena, junto al espigón de la playa de Los Locos de Torrevieja, comenzaron a caer esporádicamente sobre el anorak que me abrigaba los incipientes cristales de nieve.

Al principio caían muy menudos, pausadamente, mas tarde se fueron multiplicando, con una granulometría muy desigual. La nieve caída se asemejaba unas veces a los granos de sal fina de mesa, otros más gruesa, la de asar. Incluso durante el transcurso de este inusual episodio meteorológico por estos pagos cayeron copos mecidos por el viento, bamboleándose. Dejé la suave arena y conduciendo por el osco asfalto me dirigí al parque natural de las lagunas en La Mata. Si habitualmente disfruto mirando lo cotidiano, allí fue una gozada contemplar los bancales de los viñedos centenarios cubiertos de blanco. Ocurrió lo mismo en el otro extremo del término municipal torrevejense, en el palmeral de Ferrís, casi lamiendo la orilla del mar.

Por unos momentos. algunas zonas de los alrededores alejadas del reoso de la ciudad parecían una enorme tortada, mientras en su casco urbano los peatones caminaban como de fiesta, con los móviles en ristre, captando lo que estaba aconteciendo y jamás habían visto.

Si la nieve y el aguanieve nos acompañó toda la mañana, después llovió, llovió, llovió, durante la tarde, en la noche, al día siguiente. Hubo aparato eléctrico, es decir llampos, culebrinas granizo, rayos y truenos. Y granizo.

La nevada del miércoles, bautizada con el eufemismo de día histórico, ha originado un baile de fechas sobre la última vez que por aquí aconteció otra similar. Con muchos abriles sobre mis espaldas por lo leído hubo una en 1914 y otra en 1926. Personalmente recuerdo tres ocasiones, aunque con menos intensidad de la registrada en esta ocasión.

La última de ellas se produjo principios de la década de los años cincuenta del pasado siglo. En aquella ocasión tras una Nochebuena muy fría estuvieron durante toda la mañana del día de Navidad cayendo copos semejantes a papeles de fumar. La nieve en aquella ocasión no llego a cuajar, se deshacía inmediatamente al posarse.

Para nevada la del día 2 de enero de 1914. La inmortalizó con su cámara Darblade. Aquel fotógrafo, de origen francés, fue uno de los primeros en establecerse en la provincia de Alicante. En aquella época se convirtió en testigo de este pueblo.

Me temo que climatológicamente vamos a tener mas días históricos, pues de hecho se han convertido en algo corriente. Nos desayunamos diariamente, a todos los niveles, con registros históricos. El más reciente, el del calentamiento del globo.