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Trump o la disrupción

El discurso de Trump,"filosófico y enteramentre escrito por mi mismo", como había anticipado, es un modelo insuperable de populismo y demagogia. Descalificando a los gobiernos anteriores que, según sus palabras, han postrado al país la pobreza económica y la decadencia política, repliega la mirada hacia el interior, da por finalizada la solidaridad con el mundo que parasita y usurpa el bienestar estadounidense, cierra y blinda las fronteras e insiste machaconamente en los "hasta aquí", los "a partir de ahora" y todos los estereotipos del descarnado adanismo que, en lugar de la continuidad constitucional, promete algo asì como una refundación de la democracia americana.

Con más generalidades que concreciones, no marca la diferencia entre sus alucinados eslóganes de campaña y el criterio de una gobernación realista y merecedora de compartir el liderazgo de un mundo libre y en paz. Todo lo que podía halagar a sus seguidores estuvo presente en esta declaración de intenciones que ni siquiera esboza las lìneas específicas de un programa. La eliminación de los políticos que tan solo persiguen su beneficio a costa del de todos, la promesa de "brillar" para quienes quieran seguirle -un 40% del país, según encuestas-; el stop indiscriminado a la inmigración, el primado de la seguridad nacional y la promesa de borrar de la faz de la tierra al terrorismo islámico radical describen un rosario desiderativo que olvida el cómo y el cuándo para invocar un magma confuso entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo condenable.

No ha querido señalar un punto y seguido, con todas las variantes que sean menester, sino un corte disruptivo y el recomienzo desde cero. Lo anterior es perverso y el porvenir indefinido es el paraiso que quiere construir no se sabe cómo. Tampoco lo saben los suyos ni los otros: el 60% de ciudadanos que no le quieren y lo expresan con más de cien manifestaciones, bloqueadas algunas por los 30.000 agentes del orden que acorazaban el espacio limitado de la ceremonia. Viva la libertad de expresión. Los cuatro expresidentes que le acompañaban estaban sin duda encantados con su exquisita y filosófica cortesía. De Europa, el otro polo de la libertad, ni una palabra. Estados Unidos, primero. Estados Unidos volverá a ganar. Estados Unidos rescatará su sueño. Esperemos que no sea una pesadilla y que el poder legislativo diluya el fanatismo proteccionista, el barato populismo del presidente que lo es con casi tres millones de votos menos que su oponente.

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