Loable es buscar soluciones para problemas vitales que afectan a los jóvenes, a los que tienen la vida por hacer y, si sus capacidades son despilfarradas, no conseguirán la felicidad a la que tienen derecho.

Fariseos son los responsables de un sistema de educación, pública o cuasi-pública, que con maniobras económicas y artimañas políticas desvirtúan este derecho a una educación válida, a la felicidad, a la integridad intelectual. Fariseos en el significado más literal de la palabra.

Mucho se ha escrito, debatido, prometido e incumplido en cuanto al sistema educativo. Nuevamente los ánimos se están calentando, se augura un año de protestas, de nuevas promesas y nuevos incumplimientos. No es nada nuevo, este debate y su debacle empezaron en 1978. ¿O antes? En 1888, un hombre inteligente, estudioso y socialmente comprometido, aunque no comprendido por todos, decía unas cuantas cosas que pintan un cuadro vivo de la actualidad de la enseñanza española.

Estaba claro que Nietzsche consideraba España un país no europeo, cuando afirmaba que «? este pueblo se ha idiotizado por capricho, hace mil años más o menos: en ninguna parte los dos grandes narcóticos europeos, el alcohol y el Cristianismo, han hecho su labor más a fondo». Hablaba de Alemania (sic). Y siguió, analizando la situación para él actual: «A todo el sistema de educación superior (...) le falta hoy lo principal: la finalidad en primer lugar, y los medios para alcanzarla. Se ha olvidado que la instrucción es el fin y no el Imperio, y para ese fin es necesario el educador, no el mero profesor de escuela o el erudito de universidad. Son necesarios educadores que hayan sido a su vez educados, espíritus superiores y nobles, que en todo momento sean dignos, ya con la palabra o el silencio, de su tarea; hombres (Nota: no habla de mujeres educadoras) maduros y "dulces"; no los eruditos en serie que hoy el liceo y la universidad ofrecen a la juventud como "niñeras superiores". (?) Lo que efectivamente obtienen las escuelas superiores (?), es el amaestramiento brutal de gran cantidad de jóvenes, para rendirlos, con la menor pérdida de tiempo posible, al servicio del Estado. "Cultura superior" y "gran número" son dos cosas que se contradicen a priori. (?) Ya nadie puede dar a sus hijos una buena educación: nuestras escuelas superiores han sido construidas sobre la mediocridad más equívoca, con respecto a sus profesores, a sus planes de enseñanza, a los fines de enseñanza. Y en todas partes reina una prisa indecorosa, como si se hubiera perdido algo por el hecho de que el joven a los 23 años no esté todavía pronto a dar una respuesta a la "cuestión principal": ¿qué profesión?» (El Ocaso de los Ídolos, traducción R. Echevarren).

La cuestión acerca de quién tiene la responsabilidad de tal afrenta a la ciudadanía joven, nuestro futuro, queda sobre la mesa. De verdad ¿quién es el verdugo de la buena educación? Ya no está Wert para echarle la culpa que, obviamente, no es de una sola persona, sino de la banalización globalizada que compartimos todos. Por mucho que pueda doler: una sociedad que paga a un futbolista o a un cantante mil veces lo que un científico de la mejor categoría, merece el veredicto de Nietzsche: idiotizada.