La ciudad de Alicante no ha hecho justicia con el soberbio pintor que fue Joaquín Sorolla de cuya estancia en la capital se cumplirá en 2018 un siglo justo. Vino para pintar su famoso cuadro Elche. El palmeral dentro de la colección Visión de España que le encargara para la Hispanic Society de Nueva York el filántropo Archer Milton Huntington. A pesar del título de aquel gran óleo, lo realizaría íntegramente en el palmeral de Babel pues sólo visitó la capital ilicitana para tomar unos apuntes en compañía de los pintores Heliodoro Guillén, buen amigo al que no juzgó como artista, y Emilio Varela, discípulo aventajado del que alabó su tratamiento del color.

Lo penoso del camino a Elche y la epidemia de gripe que sufría con especial virulencia esa ciudad, fueron motivos suficientes para que se quedara varias semanas junto al mar, pintando en la salida de Alicante a la que le dedicó frases muy elogiosas sobre su luz y su litoral que han quedado perpetuadas en el epistolario destinado a su esposa Clotilde García del Castillo.

Quiso ser Sorolla tan generoso que ofreció varios cuadros suyos y de otros grandes pintores amigos para motivar al Ayuntamiento con el objeto de crear un museo municipal de Bellas Artes del que se carecía. Hubo una increíble callada por respuesta; y eso que llegó a cenar con el alcalde de entonces Antonio Bono Luque.

Tenemos que esperar nada menos que hasta 1933 para que el consistorio decida dedicarle una vía pública con su nombre, en concreto una corta y estrecha calleja, a todas luces inapropiada, que une hoy la Rambla con la calle López Torregrosa.

Ya he propuesto, sin éxito de momento, y ahora reincido en ello, que en el parque de El Palmeral se realice un buen mosaico de azulejería que reproduzca el cuadro que allí pintara Sorolla, con una placa explicativa de tal circunstancia curiosa: dar nombre a una obra de un sitio que fue realizada en otro.

La magnífica noticia de la próxima ejecución de una gran zona verde de 24 hectáreas en terrenos aledaños, por iniciativa de la EUIPO, la empresa Aludium, Aguas de Alicante y el Ayuntamiento, me anima a proponerle a este último que el parque de El Palmeral lleve el nombre de Joaquín Sorolla y que al nuevo se le llame Parque Europa, muy adecuado para recordar que Alicante es sede de una de las euroagencias más activa y prestigiosa de la UE, cosa que parece no nos interese promocionar porque no hay carteles en las entradas de la ciudad que lo hagan constar de manera destacada ni siquiera se tuvo interés en reponer todas las banderas de la Unión Europea que ondeaban en la carretera de acceso desde el aeropuerto, precisamente junto al palmeral de Babel.

Y como somos tierra de plantear grandes proyectos, no dotarlos de originalidad e ignorar a menudo saberlos mantener y conservar adecuadamente, sería interesante que el nuevo parque, con unas espléndidas vistas al mar, quedara vinculado a Europa con algo que de verdad supusiera un atractivo turístico más, por ejemplo la reproducción en miniatura de monumentos emblemáticos de los países del Viejo Continente que pudieran recorrerse por viales siguiendo el orden de su situación geográfica.

Pinos, palmeras, olivos, almendros, jacarandas, geranios, alguna cascadita, un riachuelo y un poco de césped no están mal pero ya lo tenemos más que visto.

La imaginación al poder se gritaba en el mayo francés, del que por cierto se cumplirá en 2018 el cincuentenario de aquel frustrado movimiento revolucionario. Espero que conmemorar tal efemérides, visto lo visto, no interese más que lo de Sorolla y el nuevo parque salvo para llevar a efecto aquel lema y de este modo llenar de dotes imaginativas a quienes nos gobiernan.