Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Hablar mucho, imponer poco

Con esta frase resumía en una entrevista Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta de Extremadura, la intencionalidad de la reunión de los presidentes de las comunidades autónomas españolas con el Presidente del Gobierno celebrada esta semana, con la sonada ausencia de los presidentes de Euskadi y Catalunya. Tomo prestada la frase para referirme a mi vez al último conflicto entre nuestro Ayuntamiento y la Autoridad Judicial, sobre la instalación (y desinstalación) de las placas con los nombres de las calles alicantinas con reminiscencias franquistas y que, al abrigo de la Ley de la Memoria Histórica, se han intentado sustituir por otras sin aquellas connotaciones. Y digo intentado porque como, se sabe, una jueza ordenó la retirada de las nuevas placas con los nuevos nombres hasta que no se resuelva el recurso interpuesto por el Grupo Popular del ayuntamiento, instando a su vez a volver a colocar las antiguas. El catedrático de Derecho Procesal José María Asencio, en un esclarecedor artículo publicado en INFORMACIÓN, dejaba muy claro su punto de vista -que comparto- sobre la desafortunada actuación municipal que se apresuró a sustituir las placas, a pesar de tener conocimiento del citado recurso que no daba pie a tomar ninguna decisión hasta que se resolviera el litigio por parte de los jueces; el profesor dejaba claro que no se refería al fondo de la cuestión, sino a la forma. Lo cierto es que el tripartito que nos gobierna «ha hecho un pan como unas hostias» como dice el refrán; además de un ridículo espantoso y un gasto innecesario, el equipo de gobierno ha desperdiciado de nuevo la ocasión de hablar con la oposición para llegar a un acuerdo que satisficiera a todos, probablemente con concesiones por ambas partes. Hay cuestiones, hay asuntos que a pesar de no ser trascendentales sí afectan a la sensibilidad ciudadana, y este es uno de ellos; los modos democráticos son de obligada aplicación en general, pero especialmente cuando quien gobierna es una coalición de izquierdas que debería, sobre el papel, practicar dichas formas como norma general de actuación. No creo que costara tanto, una vez adoptada la decisión del cambio de rotulación de unas cuántas calles, hablar con los grupos de la oposición sobre la conveniencia o no de determinados nombres, así como el momento de llevar a cabo la acción. Pienso que se ha actuado con precipitación en ambos casos, y también con un claro autoritarismo que no ayuda a una convivencia pacífica y sensata. Otra cosa es el nombre de las calles, sobre el que se han dado demasiados «palos de ciego»; en algunos casos las reminiscencias franquistas estaban claras, pero en otros muchos no. Y ya puestos, mejor seguir los hábitos alicantinos: la plaza de Calvo Sotelo es para los ciudadanos «la plaza de las palomas», la calle San Francisco sigue llamándose por mucha gente calle Sagasta, y la plaza de Gabriel Miró es para muchos la «plaza de Correos», por poner tres ejemplos. Aun así, es más importante la actuación realizada con una urgencia innecesaria que los nombres concretos de las calles; esa urgencia ha provocado la orden judicial de paralizarlo todo hasta que se resolviera el recurso, y el Ayuntamiento estaba avisado. Y le ha servido en bandeja a la oposición una pequeña victoria que, supongo, no le habrá hecho mucha gracia al tripartito. Los perjudicados, los de siempre, los sufridos ciudadanos a los que se les ha provocado un trastorno innecesario. Por eso conviene recordar y aconsejar a nuestros gobernantes la aplicación de la pragmática frase del presidente de Extremadura, en el caso que nos ocupa pero también en otros muchos; está claro que quien manda, manda. Pero el diálogo es la mejor forma de suavizar la crispación que existe en todos los ámbitos políticos, sin que ello conlleve una disminución de autoridad en el caso del ayuntamiento alicantino, que gasta demasiada pólvora en salvas. En los escasos dos años de legislatura se han desperdiciado demasiadas energías en asuntos no esenciales para la marcha de la ciudad, energías que deberían emplearse en temas de más enjundia (que hay muchos) en los otros dos años que nos quedan para volver a las urnas. «Hablar mucho, imponer poco». No es mal consejo.

La Perla. «Brindo por los que tienen sueños, por insensatos que puedan parecer» (La la Land, la película).

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats