Desde hace apenas unas horas, Almoradí cuenta con una nueva alcaldesa, que más allá de pertenecer al Partido Popular lidera la lista más votada en el municipio. María Gómez García lidera un gobierno de consenso con Ciudadanos que, de momento, ya ha conseguido devolver la ilusión al municipio y que, a buen seguro, situará a esta importante localidad de la Vega Baja del Segura en la posición de referencia que le corresponde en la comarca y en la provincia.

Este aire nuevo, que reina ahora en Almoradí podía haber llegado hace una semana a Benissa, otra localidad referencial, en el este caso en la Marina Alta, donde el PP fue, de largo, la lista más votada. Sin embargo, allí, el pacto no fue posible debido a que el concejal que representaba a Ciudadanos, Isidoro Mollá, decidió hacer oídos sordos a su formación y propiciar que una lista minoritaria, marca blanca local de Podemos, ocupara la Alcaldía, con el apoyo de Compromís y del PSOE.

Traicionó Mollá los principios de su partido, que prohibían taxativamente convertir en alcalde a un representante de Podemos, como prohibían también propiciar gobiernos locales con los catalanistas de Compromís. Y traicionó, por encima de todo, a sus propios electores, que votaron un programa al que ha dado la espalda este nuevo tránsfuga.

Será la última vez que Mollá propicie un gobierno local en Benissa en esta legislatura, porque en el PP, donde somos muchos más serios que este individuo, hemos decidido que no negociaremos ni propiciaremos un cambio de gobierno en Benissa si ha de ser con él. Sencillamente, porque en política no es de fiar. Se da la circunstancia de que Benissa está en la comarca de la que proceden tanto el portavoz del PSOE en la Diputación José Chulvi (Xàbia) como el de Compromís (Fullana). Dos auténticos paladines a la hora de rasgarse las vestiduras y señalar con el dedo al diputado provincial no adscrito Fernando Sepulcre, al que han dedicado toda clase calificativos, pero que ahora miran al cielo y silban cuando se les habla de Mollá. A diferencia de Mollá, Sepulcre ha respetado los acuerdos alcanzados por su formación primigenia en la Diputación de Alicante.

Tampoco nada quieren saber ni Compromís ni PSOE, incluso les molesta, cuando les habla del caso de Santa Pola, donde a principios de legislatura, dos concejales electos de Ciudadanos decidieron traicionar también a su formación y apoyar no a la lista más votada (Partido Popular) sino al PSOE. Estos, además, acto seguido abandonaron las siglas que les permitieron alcanzar el acta de edil y hoy son dos concejales remunerados y mimados tanto por PSOE como por Compromís y Esquerra Unida, cuando en realidad se trata de dos tránsfugas de manual.

Dos tránsfugas que gobiernan, que toman decisiones y que tienen sueldo público con una alcaldesa socialista. Uno, incluso, es segundo teniente de alcalde, circunstancia que puede convertirlo en alcalde en funciones y por delegación en algún momento. Y los dos comparten gobierno con PSOE, Compromís y Esquerra Unida sin que ni Fullana ni Chulvi se escandalicen.

Existe un argumento perverso de la izquierda en esta provincia y en esta Comunitat, que es el de calificar de cuantos adjetivos se les ocurre a un concejal o un partido que pacta con el PP, mientras que todo son elogios, ya sea tránsfuga o no, cuando el edil decide sumarse a esa izquierda.

A mí, este proceder me huele a rancio, a demagogia trasnochada, a trola cansina por reiterada y, sobre todo, a mero interés partidista. Pero esta izquierda que sufrimos y padecemos en la Comunitat Valenciana y en la provincia de Alicante es así. Una izquierda que ha tomado como propia, cuando habla con el PP, la frase de Groucho Marx: «Todavía no sé qué me vas a preguntar, pero me opongo».

Nosotros no nos oponemos al diálogo, ni al consenso, ni a ponernos en el lugar del otro, pero consideramos inaceptables ciertos modos, maneras y mentiras que se empeñan en convertir en verdades a fuerza de reiterarlas una y mil veces.

Y, sobre todo, consideramos inaceptable el doble rasero, la doble vara de medir con que tratan a unos y otros según les sirvan para sus intereses o no. La democracia es otra cosa. No es mirarse el ombligo, no es imponer, no es perseguir al que piensa diferente o al que discrepa. No es insultar al que toma decisiones que no se comparten. Pero sí es respetar las reglas del juego y que esas reglas sirvan siempre y en todo momento para todo.

Decía Lincoln que «la demagogia es la capacidad de vestir las ideas menores con las palabras mayores», yo no sé de qué tamaño serán nuestras ideas, pero sí sé que jamás pondremos a ninguna de ellas un traje que no se ajuste a la realidad. Eso, lo dejamos a otros. Mientras tanto, nosotros seguiremos buscando acuerdos para mejorar la vida de las personas en cada municipio de la provincia de Alicante. Después de todo, como dijo Eduardo Galeano «ojalá tengamos el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos», aunque a algunos les pese simplemente porque somos el PP.