El pasado miércoles 11 de enero, en los muros de facebook de muchas activistas feministas se recordaba el aniversario del nacimiento, en 1885, de Alice Paul, una de las principales activistas feministas estadounidenses en la consecución del voto para las mujeres. Alice fue una de las impulsoras de una medida que aportó gran visibilidad al sufragismo: el 3 de marzo de 1913 miles de sufragistas, acompañadas de otras activistas de países en los que las mujeres ya podían entonces votar (Finlandia, Noruega, Nueva Zelanda y Australia) marcharon por la avenida Pennsylvania de Washington para exigir el reconocimiento de sus derechos y, concretamente, de su derecho a votar. Era justo el día antes de la toma de posesión del demócrata Woodrow Wilson como Presidente de los Estados Unidos de América. Las acciones reivindicativas continuaron, siendo una de las más llamativas la continua presencia de sufragistas a las puertas de la Casa Blanca, lo que les mereció la denominación de «las centinelas silenciosas». Otra marcha similar por los alrededores de la Casa Blanca tuvo lugar cuatro años más tarde, con ocasión de la toma de posesión del Presidente Wilson tras su reelección. Fue en ese mandato presidencial, y tras el papel desempeñado por las mujeres durante la I Guerra mundial, cuando finalmente consiguieron el derecho al voto.

Ahora, un siglo después de aquella marcha, las activistas feministas han convocado otra marcha de mujeres en Washington que se celebrará el próximo sábado 21 de enero, justo al día siguiente de la toma de posesión de Trump como Presidente de los Estados Unidos de América. Junto a ellas, se han organizado «marchas hermanas» en muchas ciudades de distintos países. De momento, se han contabilizado en la web de la Women's March un total de 281 marchas de mujeres convocadas para ese día en todos los continentes (bueno, creo que en la Antártida no, por razones obvias). Aunque los motivos y circunstancias puedan parecer muy diferentes a las de hace un siglo, el objetivo sigue siendo la reivindicación de la igualdad y la defensa de los amenazados derechos humanos para las humanas, ahora convertido, como afirman desde la web convocante, en un movimiento global en respuesta a la retórica creciente de populismo de extrema derecha en el mundo entero. Ignoro el tiempo que trascurrirá hasta que consigamos que la igualdad formal que se proclama en las leyes pase a ser una igualdad real. Ese tránsito, que cada vez se hace más evidente, necesita del fortalecimiento de una cultura de la igualdad, es decir, de una verdadera cultura democrática que arrincone y destierre la actual cultura de la dominación. El camino no va a ser fácil ni rápido, como no lo fue para la consecución del voto. Ellas lo consiguieron; nosotras también lo haremos.