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¡Niños, a la cama!

Otra organización pide adelantar los horarios televisivos nocturnos para que la gente vaya a dormir más temprano. Esta vez es la Sociedad Española del Sueño, formada por médicos de tal especialidad. Su voz se suma a muchas otras preocupadas porque nos acostamos como mediterráneos pero nos levantamos como nórdicos, y el resultado son menos horas de sueño de las necesarias.

Esas voces tienen algo en común: desconfían de la voluntad y capacidad de los ciudadanos y consideran que debemos ser forzados o, como mínimo, conducidos a hacer lo que nos conviene. Una actitud paternal heredada de los tiempos en que los sacerdotes sabían lo que era bueno para el cuerpo y el alma y obligaban a los fieles a actuar en consecuencia.

Ninguna ley prohíbe a los ciudadanos ir a dormir a la hora que decidan. El televisor no envía descargas eléctricas a los espectadores que lo apagan a las diez de la noche. Hoy en día la mayoría de aparatos tienen algo llamado EPG (Guía Electrónica de Programación) que indica a qué hora comienza y a termina cada programa. Y si decidimos ver una película que acaba a la una de la madrugada, es nuestra decisión y nuestro problema. Si damos más importancia a nuestro sueño que a una película, sabemos lo que hacer. Y si hacemos lo contrario es porque queremos.

Las cadenas de televisión ofrecen sus propuestas más atractivas a la hora de que hay más gente mirando la tele, y ello ocurre hacia las diez y media de la noche. Y también es cierto que hay más gente mirando porque es cuando ofrecen las propuestas más atractivas. Este es un pez que se muerde la cola, pero las cadenas tienen la misión de ganar dinero para pagar a sus accionistas y empleados; no serán ellas las que emitan Pretty Woman cuando no mira nadie. Pero si una mayoría de espectadores decidiera que dormir ocho horas seguidas es más importante, y dejara de ver programas que terminan tarde, las telas apresurarían a modificar sus horarios.

Lo más respetuoso con la libertad de las personas sería que esos médicos, y todos quienes que están de acuerdo con ellos, trabajaran para convencernos de las bondades de acostarse más temprano. Pero la tendencia a considerar al conjunto de la gente (o sea, a todos nosotros) como infantil e irresponsable parece una característica común a todo tipo de estamentos, de la medicina en la economía y de la política a la comunicación.

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