Comento brevemente cómo fue recibida la música de Esplá por parte de la crítica de la capital de España, en la tercera década del pasado siglo. En 1927 la Orquesta Sinfónica presentó ante el público madrileño Don Quijote velando las armas, y en 1928 la Orquesta del Palacio de la Música, con motivo del Festival Óscar Esplá, estrenó Nochebuena del diablo. Dos años más tarde, la Orquesta Sinfónica dio a conocer las Canciones playeras.

Tras la audición de Don Quijote, Adolfo Salazar relacionó esta música con Beethoven, contraponiéndola así con la del principal representante de la vanguardia, Ernesto Halffter y su Sinfonietta, más identificado con Mozart. En esos momentos el salzburgués representaba la claridad latina, mientras que el músico de Bon simbolizaba lo romántico y lo germano. Por su parte, Víctor Espinós se mostraba satisfecho de que los compositores buscasen en Cervantes su fuente de inspiración. Como el hecho no era nuevo, pues ya lo había hecho Falla en El retablo de maese Pedro, no pocas reseñas establecieron un paralelismo entre los dos maestros.

El primero de los festivales organizados por la orquesta del maestro Lasalle había sido dedicado a Falla; por ello, la crítica volvió a comparar a los dos autores. José Forns sitúa la música del alicantino al mismo nivel que la del gaditano: «El nombre de Falla llenó el concierto extraordinario de iniciación; y otro nombre no menos ilustre, el del compositor Óscar Esplá, figuraba en el último». Componían el programa Poema de niños, Don Quijote velando las armas, Nochebuena del diablo, Antaño y El contrabandista. Nochebuena del diablo y su «Schottis» fue, por supuesto, lo que más gustó al público.

La fuerte personalidad de la pieza hizo que buena parte de la crítica no supiese ubicar exactamente la música de Esplá. Los siguientes comentarios de Joaquín Turina se asemejan a los que recibían los músicos más vanguardistas del Grupo de Madrid (Generación del 27), que se distinguían por la claridad en los timbres y las texturas: «Esta Nochebuena tiene algo importantísimo; o sea: verdadera inspiración, trozos sugestivos, claridad y orquesta menos densa que en otras producciones suyas». La verdad es que a finales de los veinte, gracias fundamentalmente a las dos obras comentadas, el alicantino estaba bien consolidado en la capital.

Las críticas a sus Canciones playeras fueron más frías. Turina destaca el esfuerzo realizado por Esplá, músico de tendencias trascendentales, para ponerse a tono, bajar el nivel y adquirir ambiente popular. Julio Gómez vio en la partitura una excesiva estilización, precisamente, de lo popular. Según él, la obra habría salido favorecida sin la participación de la voz, solo música pura. No realizó ningún comentario al texto de Alberti ni al hecho de que el alicantino hubiese buscado colaborador en un poeta de la joven generación.

¡De Madrid a París! En la temporada de 1928-29, Antonia Mercé, La Argentina, estrenó en la capital francesa con su propia compañía El contrabandista, junto con otros tres ballets de los compositores vanguardistas españoles Gustavo Durán, Ernesto Halffter y Julián Bautista. El músico alicantino aparecía así con los escenógrafos, escritores y músicos más avanzados del panorama escénico español, en un proyecto sin precedentes realizado en la capital de las vanguardias europeas.