¡Sí, Quino Puig es, para los «olezanos», el sexto Rey!; a saber, Juan Carlos, Felipe, Melchor, Gaspar, Baltasar y «Quino Puig de Morella», a quien desde ahora, y sin que sirva de precedente, llamaremos «El Magnánimo», como anteriormente lo fue Alfonso V de Aragón, por el «detallazo» que ha tenido para con un pueblo necesitado de cariño y que tan sólo reivindica lo que considera suyo, además de que se reconozca que «el sur también existe». Encima, cual vasallos agradecidos, tenemos que darle gracias al nuevo «monarca valenciano», porque todo apunta a que, en su infinita bondad, ha tenido un gesto graciable para con nosotros, pero sin reconocer -¡faltaría más!- que fuimos nosotros quienes soportamos, con nuestras aportaciones a las arcas municipales, un gasto que no nos correspondía y que ahora se nos devuelve a bombo y platillo, para más gloria del nuevo «virrey de las Valencias», a quien parece que le gusta más una foto que a un gorrino un charco. ¡Sin acritud, chaval!

Los oriolanos sufragamos la construcción del nuevo Palacio de Justicia a cambio de que «el viejo» revertiera en el pueblo y, además, que se nos devolviera parte de lo invertido en el Palacio de la Plaza de Santa Lucía, que en su día, fueron seis millones de euros. Hubo quien habló de que a Oleza le tenían que «espolsar» tres millones de euros, además de las antiguas dependencias judiciales que, aunque parezca mentira y después de mogollón de tiempo cerradas, se mantienen milagrosamente en pie. ¿Será porque están enfrente de la iglesia de las Santas Justa y Rufina?. Esa era la fórmula acordada para que la Generalidad finiquitara la deuda contraída con el pueblo de Orihuela.

De la construcción del nuevo Palacio de Justicia han pasado muchos años, la verdad es que no recuerdo cuántos, pero la fecha exacta se puede saber, sin ningún problema, ya que en la entrada del edificio hay una placa en la que se recuerda el día de la inauguración, acto al que, como plumilla, asistí. Bien, pues esos mismos años, desde la apertura oficial de la nueva sede judicial oriolana -que, a todas luces, nació pequeña, y a las pruebas me remito-, son los que, desde la Esquina del Pavo, se ha venido exigiendo que la Generalidad cumpliera con su parte del «trato», que, según dijo alguien por aquel entonces, se cerró al más puro estilo de la huerta «vegabajera», con un apretón de manos, que, según los viejos del lugar, vale más que la firma en un papel.

Quiero recordar que las dependencias judiciales junto al Horno del Obispo se construyeron con José Manuel Medina como inquilino del despacho principal del palacete del marquesado de Arneva; le sucedió en el cargo Mónica Lorente, a ésta Monserrate Guillén, a quien relevó Emilio Bascuñana. ¡Joder, sí que hace tiempo -años- que se construyó el nuevo Palacio de Justicia en Orihuela, sí!.

Este asunto, el de la reivindicación del antiguo edificio de los juzgados, es, como el de la Plaza de Toros; a saber, uno de los más socorridos y utilizados en los programas electorales de cada una de las formaciones que concurren a las urnas en los comicios domésticos, aunque siempre ha quedado en agua de borrajas y si no que se lo pregunten a Antonia Moreno, que, en uno de sus «delirium tremens», amenazó con desahuciar a la Consejería de Justicia del nuevo Palacio. Evidentemente ni hubo desahucio ni se consiguió que el viejo edificio pasase a ser de propiedad municipal, porque la Generalidad era quien marcaba los tiempos de unos políticos que, a nivel institucional, tenían menos peso que Alberto Garzón en Unidos Podemos.

¿Y por qué hablo de tiempos, de los años que hace que se reivindica el antiguo palacio de Justicia para el pueblo de Orihuela?. Pues muy sencillo, porque lo mismo que si un ciudadano se retrasa en el pago de una cuota del crédito que pudiera tener concedido por una entidad bancaria se le cobran «intereses de demora», además de incluirle en una relación de «morosos» que se remite a otros bancos, cajas de ahorro y empresas «gordas», la Generalidad debería pagar su «púa» con intereses, pero, sin embargo, abonará un millón de euros -¡no tres, como se acordó en su momento!- y en diez años. ¡Eso es como el que tiene tos y se rasca los «webs»!.¡Sin embargo, en Orihuela le ponemos una alfombra roja a Quino «El Magnánimo» por devolvernos, un porrón de años después, algo que es nuestro!.

¡Honor y gloria a nuestro benefactor Quino, que es casi tan bueno como don José María Muñoz, que incluso tiene una estatua en la plaza de Monserrate!. ¡Quinillo, consigue para Orihuela «El Libro de Repartimientos» y te coronas, macho!.

En valenciano se dice, más o menos, «damunt de cabrò a la presò». Pues eso es lo que lo que parece que quiere la Generalidad, que estemos «callaícos» y más contentos que unas castañuelas, recordándonos que «de bien nacidos es ser agradecidos» y que «lo pasado, pasado», porque «agua pasada no mueve molino». ¡Y no me toquéis las palmas con la «casa natal de Miguel Hernández», porque me puedo mosquear y liarla parda, pero me frena lo que decía mi padre, Manolo, sobre que «se consigue más lamiendo que mordiendo».

¡Gracias Quino, eres un campeón!.