Aznar se marcha del PP o deja su Presidencia exponiendo con excesiva brusquedad diferencias con quien es su Presidente y del Gobierno. Aduce, pues no se ha caracterizado por su prudencia nunca salvo los cuatro primeros años de su mandato, razones personales que no deberían afectar a un político del nivel de quien es referido que, por su posición, está obligado a supeditar sus intereses personales a los de su partido y nación. Muchos opinan que, sin embargo, tras este episodio no hay otro motivo que el crematístico, concretamente la financiación de la fundación FAES y su desvinculación plena del PP en orden a la consecución de ingresos no sometidos a la ley de partidos, ahora muy estricta al respecto. No es fácil conocer las razones que lo han movido al paso dado con publicidad y excesiva representación, pero es verdad que no está el expresidente actuando con la buena fe y la lealtad debida a su partido, que tanto le dio.

Digno de respeto es el comportamiento de todos hacia él, pues ante las críticas acerbas, guardan un silencio que les honra. No es fácil en momentos difíciles soportar los ataques procedentes de quien fue uno de los tuyos, importante y que se ha ido deslizando hacia la subversión crecido en una aparente soberbia que todos pueden apreciar con poco esfuerzo. Los posicionamientos de González, con ser duros, no han alcanzado nunca ni por asomo la agresividad o el desprecio, casi personal, de Aznar hacia Rajoy y algunos de sus compañeros de partido. Porque González reflexionó y opinó políticamente, mientras que Aznar se metió en el terreno personal, menospreciando a quien ocupa el lugar que él ocupó. Una diferencia sustancial la que media entre la política y la manifestación de sentimientos poco legítimos o que deben mantenerse con cierta discreción.

Nunca fue Aznar, al margen de su valor como Presidente, que nadie discute en su primera legislatura, una persona que mantuviera la humildad exigible, que no significa humillación, sino respeto. Nunca fue tolerante con quienes lo criticaban. Su expresividad causaba rechazo por cierta intolerancia y soberbia que a casi nadie agrada.

Y esa soberbia excesiva se ha visto incrementada en los últimos años hasta generar un rechazo amplio en muchos de los que le votaron. Sus apariciones públicas, siempre revestidas de formas ácidas y críticas en grado extremo con quien le sucedió en el cargo, han causado un malestar generalizado. La opinión pública es muy sensible a las fracturas en sus opciones y más en la apariencia abrupta y desconsiderada que, en cierto modo, se considera extendida a todo aquel que vota al partido cuyo presidente actual es constantemente atacado.

Su insistencia en rememorar una y otra vez el desgraciado 11M, imputando al PSOE hechos tan deleznables sin más pruebas que su propio capricho, intuición o deseo, ha perjudicado a un partido, el PP, que tuvo que ser deudor de tamaño desvarío y que quiso pasar página inmediata de un exceso como aquel. Nunca existió prueba alguna de las relaciones imputadas a una organización centenaria como el PSOE en un atentado terrorista, porque es un imposible que las haya. Una conducta la de Aznar ésta que bastó por ella misma para su descalificación no sólo política, sino personal. Para tener razón no se puede pervertir la realidad hasta el punto de injuriar gravemente a miles de personas y a un partido incompatible con cualquier actuación terrorista. Seguir insistiendo a través de las redes sociales en el momento presente, como se hace, a la vez que se anuncia la dimisión de la presidencia honoraria del PP, es muestra de algo más que de un enfado.

Dicen algunos que Aznar puede querer plantear una alternativa más a la derecha que el PP actual y discuten acerca de sus posibilidades de éxito. No lo creo o, al menos, no veo al expresidente encabezando una operación cuyos resultados se reducirían a menoscabar a su partido o antiguo partido. Este tipo de alternativas nunca ha tenido éxito, salvo cuando se ha tratado de organizaciones locales en las que el grado de conocimiento de los candidatos es determinante para el elector. No obstante, dada la demostrada o aparente inquina hacia Rajoy y quienes hoy dirigen el PP, no cabe negar que podría ser cierta esta posibilidad si con ella se dañara a quien hoy gobierna. No es irrazonable pensar que esa finalidad pudiera estar presente en quien ha perdido el norte o considera aún poseer una autoridad moral superior a la que tiene.

El año que comienza puede ofrecernos algún espectáculo que proporcionará espacios a la prensa y al divertimento, pues poco recorrido puede tener una alternativa ofrecida por aquellos que no son conscientes de que ha pasado su tiempo y de que deberían ocupar un espacio calmado, sereno y propio de la elegancia y responsabilidad inherente de por vida al cargo en su día ocupado. No parece Aznar haber asumido este papel.