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168 noches en la gloria

Llegada la hora de hacer balance del año, hay que agradecerle a Andreu Buenafuente toda la felicidad que ha sido capaz de proporcionarnos con Late Motiv. Han sido 168 veladas en la gloria. Todas diferentes. Porque, y esto es lo mejor, en todas ha habido una televisión viva y químicamente pura. Casi perfecta. Desde el impresionante decorado, con ese suelo negro charol, hasta unos guiones siempre sorprendentes y una producción generosa, obraron el milagro.

Se nota que ha sido un buen año para Andreu. Que está pletórico. Como para no estarlo. Con una Silvia Abril en estado de gracia y una hija, Joana, protagonista de unos episodios domésticos que se ha permitido compartir en numerosas ocasiones con los espectadores. El programa siempre se inicia con una dedicatoria. El del lunes 19 estuvo dedicado a Madrid. El del martes 20, a Barcelona. Esa ha sido otra de las claves del programa. Haber sido realizado en Tres Cantos por un humorista de Reus, que se ha permitido reflexionar acerca de las relaciones entre las dos ciudades, y cómo se ve la una desde la otra.

Las tres últimas entregas del año se desarrollaron en Barcelona. Y de verdad que han sido memorables. Con decir que Juan Carlos Ortega hizo de las suyas contando con la complicidad de Berto Romero, o que Joan Manuel Serrat cantó Aquellas pequeñas cosas, ya pueden imaginar el nivel de excelencia. Por cierto, que menuda diferencia en el nivel de las entrevistas en función del invitado (qué inane fue la de Javier Fernández, todo lo contrario que la de Eduardo Mendoza). Pero como ocurría en Lo + plus no importa tanto cuando el envoltorio es tan exquisito. Sólo una pregunta final: ¿qué pasó con David Suárez, que solamente apareció en enero, y que tantísimo prometía?

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