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Antonio Sempere

El informe del año

Dado que Nochebuena y Nochevieja coinciden en sábado, Informe semanal emitió su «Informe del año» el día 17 de diciembre. Pero no se vayan a pensar que la entrega estuvo dedicada solamente a tal fin. Los 30 minutos tasados del programa debieron ser compartidos por los otros dos reportajes de turno. De esto, quede claro, no tiene la culpa ni el director del espacio Jenaro Castro ni nadie de su equipo. De hecho, la redactora Mayte Pascual se esforzó para elaborar con los diez minutos disponibles una pieza que resumió, en seis capítulos, todo lo más relevante acontecido durante el año que termina. Concluyendo con el recitado de las mismísimas «Bienaventuranzas», a modo de plegaria para que 2017 y los que vengan sean mejores. O esto se tornará insoportable.

La «culpa» es del sistema que asimila tal comportamiento como válido. ¿Qué sentido tiene que un programa de análisis haya quedado reducido a su mínima expresión? La actualidad no entiende de vacaciones ni pausas, como ha demostrado esta semana con los atentados de Berlín y el asesinato del embajador ruso en Turquía. Sucesos que quedaron fuera del resumen del año como tantos otros todavía por escribir.

El sábado siguiente a la muerte de Rita Barberá el programa levantó sus tres reportajes previstos por un monográfico dedicado a Fidel Castro. Éste, curiosamente, sí duró 45 minutos porque se trataba de uno de esos trabajos en la nevera realizados mucho antes de que Informe semanal quedase tan constreñido. Una semana más tarde la pieza sobre la muerte de Rita se transformó en otra titulada «Presunción de inocencia». Que generó cierto ruido. Diluido en murmullo. Mal andamos cuando las cuitas de los chicos de Gran Hermano o La voz provocan más feedback que el hecho de que el «Informe del año» de la pública se emita casi en formato tuit. ¿Dónde queda el análisis?

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