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Isabel Vicente

El sorteo de Navidad nos pone

Hoy es un día especial. Tendría que haber un terremoto de magnitud 10 o una invasión extraterrestre para que la actualidad no estuviera marcada por el sorteo de la Lotería de Navidad. Todos hoy pendientes de las bolitas y de los niños de San Ildefonso y gastando ya mentalmente el dinero que nos va a tocar como en el cuento de La Lechera. Da igual que con las matemáticas en la mano haya más probabilidades de que una simple mortal como yo acabe pasando la Nochebuena con Jon Kortajarena que que me toque el Gordo. Da igual que cada año vayamos palmando un dineral sin tener ni el consuelo de las pedreas. Da igual que haya otros sorteos con premios más gordos y más probabilidades de ganarlos. La Lotería de Navidad nos pone.

En cualquier otra fecha, que un compañero compre un billete de lotería en el bar no te lleva necesariamente a comprar otro, ni te dedicas a buscar compulsivamente el número que coincide con el día que el vecino te abolló el coche aparcando. Ahora sí. ¿Por qué? Debe tener algo que ver con los anuncios blandengues que nos ponen cada año animándonos a comprar. O con las noticias del día 22 viendo en la tele cada año a los afortunados brindar y llorar de alegría evidenciando que habrá sólo un 0,001% de posibilidades, pero a alguien le toca. O la rabia que te daría que tocara el número que han comprado todos tus compañeros y tú no. O el carácter evocador del soniquete de los niños de San Ildefonso cantando números. El caso es que, el que más y el que menos, lleva algo hoy aunque sea una papeleta del colegio de los niños y sueña con dejar el trabajo y con cambiar de coche, pagar deudas o ir por fin a Nueva York, pero no es tan fácil. Si te paras a pensarlo, olvídate de vivir de ese décimo premiado. Son 400.000 euros de los que Hacienda te quita el 20%. Quedan 320.500 euros. No está mal, pero a ver: quitas lo que debes del préstamo del coche, limpias de una vez las tarjetas de crédito y cambias los electrodomésticos de la cocina que ya dan vergüenza. Cancelar la hipoteca de la casa es otra aspiración de cualquier ganador del Gordo que se precie, por fin puedes mandar a la niña un año a estudiar a Londres y, si no eres muy rata, dedicas parte del premio a ayudar a la familia, que el cuñado lleva parado tres años. ¿Retirarte? Imposible, pero por mí que no quede. ¿Dónde hay que firmar?

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