Hay países en los que está prohibido abortar y países en los que está prohibido nacer. Sobre el aborto, al menos en estas latitudes, ya se ha hablado bastante y cada uno tiene su opinión sobre el asunto como tiene una nariz sobre la cara. Más extraño resultan los nacimientos ilegales que se producen no en China, por la cosa del control de la natalidad, sino en los mismísimos EE UU. Allí puedes nacer, no te digo que no, pero si eres hijo de inmigrantes ilegales lo mismo no te pueden registrar. Resulta que no eres de donde has nacido, sino de un lugar que solo conoces de referencias, llámese México, Puerto Rico o Ecuador. No sabemos cuántos millones de nacimientos ilegales se producen en EE UU, pero de vez en cuando nos enteramos de que una persona adulta, que nació, creció, trabajó y quizá se reprodujo allí es deportada hacia la nada porque no tiene los papeles en regla o porque ni siquiera tiene papeles.
En algunos casos, los antiabortistas son los mismos que prohíben nacer. Seguramente es el caso de Trump, que si no te condena por lo primero te condena por lo segundo. Significa que el mundo, hagas lo que hagas y te comportes como te comportes, se está volviendo un lugar muy áspero. Si se pudiera compartir el carné de identidad, yo compartiría el mío con una de estas personas que han nacido de manera ilegal y que también deambulan por las calles de nuestras ciudades expuestos a caer en una redada y ser enviados al limbo. A mí la identidad me importa poco, cada día menos. Te viene bien para cuestiones de orden práctico, como abrir una cuenta corriente, casarte o divorciarte, pero su sustancia es perversa, como vienen a demostrar casi todos los movimientos de los llamados identitarios, que tanto dolor y tanta muerte han provocado.
Es curioso que se haya escrito la historia de casi todo (incluida la del asco) y a nadie se le ha haya ocurrido todavía acometer la historia de la identidad. ¿Quién fue el primer individuo que se sintió idéntico? ¿Qué pensó al mirar a su alrededor y descubrir una tribu de diferentes? ¿Cómo, desde ahí, hemos evolucionado (o involucionado) hasta la situación actual? ¿Por qué los pobres disfrutan de menos identidad que los ricos?
