Atiendo a una paciente en consulta que, con melancolía y resignación, se queja de que su marido no la atiende ni valora ni presta atención, y cuando le pregunto porque sigue con él, me dice que por pena, rutina, miedo y compasión, de modo que insisto y le planteo que no se lamente y con valentía elija romper la relación y dejarlo, o que escoja profundizar en el respeto, el cariño, el amor y el deseo, y que cierre los ojos y recuerde el principio, y las lágrimas llegan, y luego la sonrisa, y más tarde, ya sola, vendrán las preguntas interiores, y después la elección.

Y a propósito de la compasión y del miedo, hablamos de la emotiva y brillante novela del magnífico narrador austríaco Stefan Zweig titulada La piedad peligrosa, también editada con el título de La impaciencia del corazón, que cuenta una historia dé culpabilidad, pena, dignidad y redención, cuyo protagonista descubre demasiado tarde que cuando la piedad deja de ser una virtud para llegar a ser una lástima mal entendida, se convierte en una piedad peligrosa.

Pero pienso que si estamos en una situación es porque en realidad de alguna manera, nos gusta, compensa y reconforta, aunque a veces nos resulte difícil reconocer los beneficios y razones, que puede que permanezcan en el inconsciente, y es que siempre podemos elegir, y cambiar si deseamos las situaciones que vivimos, si de verdad es lo que anhelamos, y a partir de esa decisión, libre y responsable, actuar en consecuencia.

Y si mi opción es continuar en esa situación, por los deseos y motivos que me mantienen en ella, y por las causas y razones que debo alcanzar a entender, es muy importante que no ponga la atención en la parte negativa, salvo que lo esté haciendo por haber elegido cambiarla, pues en otro caso, y si voy a continuar, hay que poner la mirada en los aspectos positivos y favorables, que seguro que los tiene, y en buscar los motivos y justificaciones que me mantienen en ella, pues encontrarlos y comprenderlos me dará paz, así como aceptar la realidad de que continuar o romper es una decisión cuya responsabilidad es solo mía.

Elegir es nuestro gran poder, y al ejercitarlo nos sentimos fuertes, serenos y tranquilos, tomando el control de nuestra vida, y de una manera responsable ejercitamos una opción y decidimos, siendo conscientes de las consecuencias, y coherentes con nuestra resolución.

Y termina la consulta, y nos despedimos hasta la semana próxima, y mi paciente sonríe, y me dice que va a buscar en su interior, y a elegir, y a tomar una determinación que le haga sentirse en armonía y calma con ella misma, y a partir de ahí, tomar una decisión y ser feliz, y yo sonrío también, y nos decimos adiós, y cierro la puerta, y me digo, que claro, ella sabe y yo conozco también, cuál será su elección.