Paca Sahuquillo, responsable de la Comisión de Memoria Histórica del Ayuntamiento de Madrid, calificaba como «patata caliente» dicho cargo y añadía como reflexión que «una cosa es la historia, que es objetiva o se puede intentar que lo sea, y otra es la memoria, que es subjetiva, cada uno tiene la suya»; introducen sus palabras el debate suscitado en la ciudad de Callosa de Segura ante la aplicación de la Ley de Memoria Histórica.

La pregunta para poner en cuestión su oportunidad siempre es la misma, ¿Por qué ahora? ¿Por qué remover la historia? El 2006 fue declarado Año de la Memoria Histórica ante la insuficiencia de disposiciones dirigidas a reparar la dignidad de las personas que padecieron persecución durante el régimen franquista; un año después se aprueba la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura, por razones políticas, ideológicas o de creencia religiosa, promover su reparación moral y la recuperación de su memoria personal y familiar apelando a un espíritu de concordia. Entre otros recogía un protocolo para los símbolos y monumentos públicos. Diez años después de la aprobación de esta ley muchas de sus medidas continúan sin aplicarse. En virtud de su aplicación se elevó a pleno la propuesta, entre otras, de retirar/ trasladar el monumento (Cruz) a los caídos ubicado en la Plaza de España (de titularidad pública, según reflejan Inventario Municipal, Plan General de Ordenación Urbana y Catastro).

La Dictadura del general Franco llenó de lugares de memoria el suelo español con un culto obsesivo a los caídos que era al culto a la nación, a la patria, a la verdadera España (la nacional) frente a la anti España (la republicana); el monumento (Cruz) de los caídos de principios de los años cuarenta -el concepto «toda la vida» que tanto estoy escuchando estos días siempre es muy relativo - no se entiende al margen de esta construcción simbólica de la Dictadura que pretende recordar siempre la victoria en una guerra para que nadie olvidara sus orígenes, una manera de unir con lazos de sangre a las familias y amigos de los mártires (que en nuestra ciudad los hay, muchos, y de ambos bandos) frente a la memoria oculta de los vencidos, muchos de cuyos restos fueron abandonados en cunetas, cementerios y fosas comunes.

El monumento (Cruz) a los caídos refleja pues una mención conmemorativa colectiva y todavía hoy recibe manifestaciones de exaltación por parte de la organización Falange Española, o en su versión edulcorada, Fuerza Nacional; es este monumento (Cruz) a los caídos un símbolo asociado al período de la dictadura franquista y no se entiende sino en su conjunto, por su ubicación, por su contexto histórico y por los valores que representa y ha representado. Nunca un símbolo que nace de la división entre hermanos puede encarnar la unión de todos, independientemente de la forma que adopte, ya que los valores que representa son diametralmente opuestos para unos y otros.

Por último, la parte más difícil, el monumento (Cruz) de los caídos recoge el nombre de 81 vecinos de Callosa quienes sufrieron represalias y muerte en los primeros años de la contienda civil. Siempre me he negado a la propuesta de «borrar» esos 81 nombres como «solución». Estas personas fueron asesinadas en los tristemente conocidos paseos o «sacás», fusilados sin un mínimo de garantías jurídicas o simplemente ajusticiados por su credo. No peleamos tantos años como país por una Democracia para olvidarlo y estamos en la obligación de respetar la memoria de las familias cuyo nombre aparece grabado en el monumento. Siempre ha defendido que un traslado al cementerio parroquial permitiría cumplir la Ley y honrar su recuerdo. Esta proposición se va a trasladar a la Parroquia de San Martín Obispo esperando por su parte una respuesta positiva. Esta ley se aplica en la ciudad de Callosa de Segura muy tarde por falta de altura política de algunos representantes públicos que prefirieron mirar para otro lado en vez de hacer frente a sus responsabilidades cuando tuvieron oportunidad; es tiempo de cerrar este capítulo de una vez, un capítulo que empezó hace ya demasiado tiempo.