Estos días pasados ha sido noticia la retirada de la propuesta de subida de sueldos de altos cargos de la Generalitat Valenciana. Parece que tanto PSPV como C's no aguantaron la presión y dejaron aparcado el tema. ¿Están bien pagados los políticos? Si nos centramos en los sueldos de los políticos autonómicos, la retribución íntegra media de un alto cargo es algo más de 60.000 euros. En algún momento se ha argumentado, por parte de los partidarios de una subida salarial, que hay funcionarios que tienen retribuciones más altas que sus jefes políticos, e incluso que cuesta trabajo encontrar candidato a político teniendo en cuenta la contrapartida pecuniaria ofertada. Los detractores de cualquier subida arguyen que el sueldo medio en España está situado en unos 23.000 euros, es decir, la compensación política es prácticamente el triple que un sueldo medio. Además, también se argumenta que la función pública debe ser un atractivo por sí misma, y no puede contaminarse con intereses crematísticos.

Con el planteamiento que acabo de hacer (y más si tenemos en cuenta el contexto social actual, con un paro exageradamente alto, y con una tendencia a sueldos basura en aquellos que tienen la fortuna de encontrar empleo) creo que no nos debe de extrañar que la problemática planteada no se quiera resolver, pues se presta a todo tipo de propaganda demagógica y estúpida. Intentaré hacer, por tanto, el planteamiento de otra manera. ¿Quién está dispuesto a ser político por 60.000 euros? Supongo que la respuesta sería «muchísima gente», tanto por el afán de servicio a la comunidad como por el sueldo. E incluso podríamos encontrar a alguno de ese conjunto que estuviera preparado y formado para poder llevar a cabo el trabajo. Hagamos la pregunta de otra manera: ¿quién no está dispuesto a ser político por 60.000 euros? Para responder adecuadamente a la pregunta hay que tener en cuenta que todo el mundo tiene que pagar sus facturas, y ello según su modo de vida, lo que hace, en la práctica, que no todos necesitemos lo mismo. Siendo eso así, es indudable que la inmensa mayoría de profesionales de la empresa privada con éxito demostrado no aceptarán la responsabilidad política, pues perderían dinero en la aventura. En cuanto a la empresa pública, aun siendo los salarios más bajos que en la empresa privada, la mayoría de los más cualificados rechazarán cualquier oferta. Si nos centramos en los tres pilares del estado, sanidad, justicia y educación, podemos comprobar que sus mejores profesionales difícilmente aceptarán un puesto de responsabilidad política: cualquier juez o fiscal cobra más dinero que el mencionado, los sueldos de los médicos también son más altos, y los catedráticos de universidad tampoco estarían interesados. Conclusión: serán muy pocos los funcionarios de alta cualificación que estén dispuestos a trabajar en política si pierden dinero.

Siendo esto así, llegamos a la conclusión de que generalmente quienes ocupan un puesto político será porque debido a alguna circunstancia personal ignota están dispuestos a perder dinero, o porque es gente que no destaca de forma brillante en su trabajo, dicho de forma eufemística. En cualquiera de los dos casos, no me parece que sea una situación ejemplar, pues castiga al brillante y premia al que no lo es (con las excepciones habituales). Así pues, podría parecer concluirse que propongo sueldos mucho más altos para que sean los más capacitados los que no tengan inconveniente en dedicar alguna parte de su vida a la cuestión pública. Sin embargo, nada nos hace prever que cambiando los sueldos vaya a haber también un cambio en la selección del personal, pues podría darse el caso de hallar un político que fuese un auténtico inútil y se estuviera llevando un sueldo muy por encima de la media y, especialmente, muy por encima de lo que en su vida no política pudiera estar percibiendo.

Parece, pues, que estoy planteando un problema sin solución: en la actualidad la política de sueldos castiga al brillante y premia a quien no lo es, pero aumentar los sueldos podría no solucionar esa realidad de forma efectiva y crear todavía mayores adversidades. Si algún iluminado está pensando en que la solución es educar ciudadanos que no piensen en el dinero, lo mejor es que se tome algo de beber. Y si el ilustrado persevera en plantear que todo el mundo debe cobrar lo mismo, sin grandes diferencias salariales, mi consejo es que la bebida sea alcohólica. La única solución que se me ocurre es que el sueldo de los políticos no sea fijo, sino que esté ligado a su renta declarada de los últimos años, más un cierto aumento porcentual en reconocimiento a los servicios prestados. De esa forma, nadie por cuestiones crematísticas rechazaría ocupar un puesto de responsabilidad política, y tampoco nadie querría ocupar un puesto político confiando en un aumento desmesurado de sueldo. Y como no se me ocurre otra solución, voy a tomarme algo y me callo.