Probablemente todo empezara hace mucho tiempo con el préstamo del fuego. Los que lo tenían pedirían algo a cambio, vaya usted a saber qué, quizá utensilios hechos de hueso u otros para la caza. Más tarde vendría el trueque, lo que modernamente se define como intercambio directo de bienes y servicios, sin mediar la intervención del dinero. Pues eso, yo te doy estas pieles, y tú me das tanto de esa carne tan exquisita. Al tiempo vendría el dinero, con el imperio romano y otras civilizaciones, con sus monedas con el careto del emperador, y hasta hace dos días, los Medici y otras familias se dedicaron a prestar ese dinero a cambio de más dinero e incluso otros bienes. A nosotros, los españoles, nos prestan dinero para que podamos tener y disfrutar nuestro estado de bienestar, pecunios que estamos obligados a devolver en condiciones pactadas. Lo que se llama un contrato. Que obliga a ambas partes a cumplir. Llegados a este punto se preguntarán qué tiene que ver todo esta digresión sobre la pasta y los préstamos, o contratos, con el deporte, el fútbol, o nuestro Hércules. Dejando aparte a los presuntos defraudadores cuyos nombres llenan los periódicos del ramo, y a otros ya sentenciados y condenados, a la entidad blanquiazul, escasa de recursos y con un panorama nada halagüeño en este sentido, le quieren tangar unos millones de euros desde los poderes públicos, esos que dicen velar por nuestros intereses, algo parecido a lo que decían las extintas cajas de ahorro.

El caso es que a principios de la década, cuando el Hércules militaba en Primera División, qué tiempos aquellos, los que mandaban entonces en el Consell, de ideología totalmente contraria a los que hoy lo hacen, pactaron con el Hércules la entrega de unos dineros a cambio de lucir cierta publicidad en su camiseta. Algunos de ellos, que ahora ponen el grito en el cielo, fueron los mismos que pusieron en manos del club de la ciudad del Turia cantidades millonarias por el mismo motivo. Lo que ahora se tacha de golfada de los anteriores inquilinos del Consell, no se midió por el mismo rasero con otros clubes. Echan culpas de sus obligaciones a otros para tener excusas del impago que pretenden.

Para una vez que nos deben dinero, que se suelten un poco, que se dejen de calificar con gruesas palabras los contratos, calificados como subvenciones de otros gobiernos, y que paguen, que las deudas hay que saldarlas, y más si hay una sentencia judicial que te obliga. Pocas simpatías despierta este tripartito que obvia al Hércules e intenta no cumplir con sus compromisos, que son los suyos y los legados por los anteriores. Se ha puesto de moda reclamar todos los derechos y hacer ascos a ciertas obligaciones.

El Hércules necesita como agua de mayo esta inyección económica, por tanto con el fallo de la audiencia a su favor, reconociendo una parte importante de la deuda contraída por el Consell, seguramente estaría más que resuelto a sentarse en derredor de una mesa, y pactar una solución que sea factible para ambas partes. De lo contrario, la Generalitat, sus actuales inquilinos, acabarán por ponerse en contra a toda una afición, y a parte importante de su ciudad. El rasero debe ser igual para todos, y más cuando a quien se le adeudan dineros no pasa por sus mejores momentos.