Con la reaparición de Pedro Sánchez, hace unos días, en un acto organizado por la agrupación socialista de Xirivella volvimos a escuchar la misma postura firme de oposición al Partido Popular que mantuvo durante el escaso tiempo que ejerció como secretario general del PSOE. Más allá de la campaña mediática organizada por los principales medios de comunicación contrarios a un PSOE decisivo en la gobernanza del país, el mensaje político que Sánchez articuló en las dos campañas generales electorales a las que se presentó fue de clara raigambre socialdemócrata, por mucho que los interesados en perpetuar a la derecha en el Gobierno tratasen de convencer a los votantes que se trataba de un batiburrillo de ideas inconexas con la vista dirigida únicamente a conseguir la Presidencia.

No deja de sorprender que cuando hay una batalla interna en Ferraz -cualquiera que sea el motivo- siempre se termina diciendo por parte de alguno de los bandos enfrentados que de lo que se trata es de fijar, antes de nada, la línea política del partido, es decir, qué mensaje y qué propuestas se quieren transmitir a la sociedad española, para luego decidir sus cargos de responsabilidad. Eso fue lo que dijo, por ejemplo, el actual eurodiputado José Blanco. Si ciertos dirigentes del partido aún no tienen claro cuáles son las líneas maestras de la socialdemocracia el problema lo tienen ellos, no el partido y mucho menos sus militantes. Parece que determinados dirigentes del PSOE -que en ocasiones llevan 20 o más años ocupando cargos remunerados - no tienen claro a qué partido pertenecen ni tampoco saben identificar el conjunto de ideas que componen la socialdemocracia, algo sobre lo que se viene reflexionando en Europa desde hace más de cincuenta años. Los militantes y simpatizantes del PSOE saben perfectamente identificar un discurso de izquierdas socialdemócrata de otro populista.

A Pedro Sánchez se le podrá achacar otros errores, pero no el de no haber sabido exponer y explicar su concepto de la socialdemocracia en el siglo XXI, en la España de hoy. Cosa es que su mensaje no haya gustado a cierto sector de su partido, que tenía una misión distinta para él cuando se hizo cargo de la secretaría general, ni que a determinado sector de la economía española y europea tampoco les gustase nada un giro a la izquierda en España, lo que habría supuesto que se hubiese paralizado la lenta pero constante privatización de todo lo público que se puso en marcha en Europa desde mediados de los años 90 cuando las empresas privadas más importantes se dieron cuenta de que el consumo tocaría techo algún día como consecuencia de la implementación de políticas neoliberales y que, por tanto, el nuevo nicho de mercado se encontraba en la privatización de los servicios públicos.

En la plaza de la Concordia de Xirivella, vimos a un Sánchez firme en su oposición al Partido Popular y a la política de Mariano Rajoy que dijo en voz alta lo que la mayoría de los militantes y simpatizantes socialistas piensan a tenor de las últimas encuestas realizadas en las que Pedro Sánchez se alzaría de nuevo a la secretaría general con una gran mayoría de votos frente a Susana Díaz en caso de que se celebrasen de nuevo elecciones primarias en el PSOE. La evidente falta de concreción política de Susana Díaz al no terminar de postularse de manera definitiva como candidata a la secretaría general puede haber supuesto un cierto hartazgo a los militantes socialistas que en unas inevitables y futuras elecciones primarias castiguen su eterno « sí pero no».

Se ha convertido en un clásico de la política española es el extremo rigor plagado de insultos y teorías de la conspiración con que se trata a los candidatos socialistas a presidir el Gobierno y durante todo su mandato cuando lo consiguen. Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero parecen haber olvidado los insultos y mentiras que la derecha española y los medios de comunicación afines dijeron sobre ellos los años que gobernaron. Que hayan preferido que gobierne el mismo partido que organizó y financió campañas difamatorias en su contra con tal de quitarse de en medio a Pedro Sánchez para que gobierne su elegida Susana Díaz les coloca en mal lugar. Buena prueba de que Sánchez llegó a ser una más que probable alternativa al Partido Popular y a sus políticas antisociales y ultraliberales fue la campaña mediática de insultos y mentiras en medios de comunicación y redes sociales que se llevó a cabo contra él.

Las loas que Susana Díaz ha recibido desde el mundo empresarial y medios de comunicación cercanos al Partido Popular hay que interpretarlo como el beneplácito a una posible candidata manejada (al menos en apariencia) por el aparato del PSOE cómodamente anclado en sus sueldos públicos, es decir, en el pesebre. En el momento en que Díaz pusiese en peligro el cómodo sillón del PP se iniciaría contra ella la misma presión mediática que se ejerció sobre Sánchez.