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Muerte en León

Siempre se ha dicho que la realidad supera la ficción. Ha vuelto a ocurrir con la serie documental Muerte en León, cuyo primer capítulo acabamos de ver en Movistar+. Enganchados desde el primer al último minuto. Con el deseo de seguir viendo, de seguir conociendo y de seguir sacando conclusiones a propósito de todo lo que sucedió en torno al asesinato de la presidenta de la Diputación leonesa, Isabel Carrasco, en una pasarela del centro de la ciudad.

También se ha dicho siempre que una imagen vale más que mil palabras. En Muerte en León hay cientos de palabras. De los abogados de las partes. De la fiscalía. De los testigos. Del narrador de la historia. Pero es cierto que por encima de todo este torrente de palabras prevalece la fuerza de las imágenes, que se concentran en las figuras de la madre y la hija acusadas en el juicio. Monserrat y Triana, Triana y Monserrat se convierten, así, en personajes inagotables. Con un poderío visual capaz de sostener el interés de una intriga durante las horas que hagan falta.

El director Justin Webster era consciente de la sutileza del material con que manejaba. Por ello ha optado por la simple mostración de los testimonios. Se trata de un caso abierto, en el que son los propios espectadores los que deben establecer su epílogo.

Comentan los responsables de la serie que la policía local Raquel Gago, la tercera de las acusadas, es la única que puso reparos a la hora de contribuir al proyecto. Pese a ello, el relato no cojea. El poderío del tándem madre/hija es infalible. Muerte en León suma puntos a la buena salud del formato de la 'no ficción'. Una serie tan bien tramada que agarrará por el cuello a quienes gusten de las mejores ficciones.

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