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La cesta de Navidad

La actualidad está llena de contrastes que ni se repelen ni se complementan, simplemente cohabitan de manera independiente y constituyen ese conjunto de cosas que pasan mientras la vida transcurre. Mezclados, sin embargo, pueden degenerar en un combo indignante o feliz, según se mire, pero de un modo u otro conforman un compost del que se nutre la actualidad. Verbigracia: en estas mismas páginas encontrarán una noticia trabajada por mi compañera Rosa Carrizosa, según la cual, 22.000 desempleados de la provincia de Alicante no han trabajado nunca, 4.300 de ellos por debajo de los 44 años. La cifra de trabajadores (qué ironía, eh, llamarles trabajadores) desocupados y sin ninguna experiencia laboral crece a un ritmo de 1.500 al año. El dato es sencillamente espeluznante por mucho que ustedes observen con incredulidad los comercios llenos durante esta semana de macropuente. Sí, a pesar de tener que guardar turno en los grandes almacenes, los 22.000 dramas antedichos siguen existiendo. Es más que probable que muchos de quienes conforman esta lúgubre estadística, un buen puñado de ellos formados y preparados con estudios universitarios, no encuentren nunca el empleo cualificado para el que obtuvieron su titulación.

Frente a este hecho, ayer se conoció que las empresas cuyos trabajadores reclamen la cesta de Navidad que un día les fue escatimada cuando sobrevino la crisis, deberán volver a la tradición de reconocer a sus empleados con alguna tableta de turrón y un paquete de garrapiñadas. La barra de fuet y el vino peleón como derecho adquirido; el bote de anchoas y las peladillas metidos en nómina.

Qué quieren qué les diga. He visto cestas navideñas propias de un marajá y cestas tan cutres que merecían ser denunciadas para no ser repartidas en ninguna navidad, y cuyo contenido no lo querría ni la mula del belén. Ahora bien, el Tribunal Supremo, que ha dictado sentencia en este sentido, demuestra que está para generar jurisprudencia a duras y a maduras, dicho lo cual, se echa en falta alguna decisión que asegure más cobertura a los 22.000 desocupados alicantinos que no han trabajado nunca.

Lo que les decía, ambas noticias, juntas, se convierten en un combo indignante para aquellos que no han visto la cesta de navidad en su vida.

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