P resunta, ergo culpable, y Dios me libre de hablar de la exalcaldesa de Valencia. La pena del telediario y el desprecio de una parte de la sociedad ya la ha pagado, a lo que hay que sumar la simulada indiferencia de su propio partido, abandonó la Alcaldía, se refugió en las redes y en su entorno familiar, y a la espera de una instrucción judicial después de un sobreseimiento, se posiciona como una mamba a la espera de la presa que se ponga a mano para inocular su mejor inocuo veneno, el verbo, bueno, el teclado o el móvil, su instrumento de venganza en los momentos más oportunos.

Antes de que me pongan en el papel de su abogado defensor, les diré que nunca la he votado y si algún día se rehabilita judicialmente y vuelve a la política, tampoco lo haré, no es de mi cuerda, representa lo peor de la política que se olvida de los ciudadanos. Las flores son preciosas, pero mucho más las personas desprotegidas, máxime cuando aquéllas se agostan cuando termina la temporada, pierden su color, amarillean, y se mueren, a diferencia de los seres humanos que, con la tutela pública y, sobre todo la privada que nunca cesa, siguen teniendo esperanza y continúan malviviendo.

Cierto es que la imputación a un político, con las actuales hipócritas reglas de algunos partidos políticos, no da tiempo ni a entrar al callejón de la muerte, van directamente al cadalso y la guillotina cae sin piedad acompañada del jolgorio de los asistentes sedientos de sangre, con la amarga alternativa de que una absolución o sobreseimiento ocupa menos titulares.

Les voy a contar una experiencia personal. Hace años, resulté imputado, hoy investigado, por cohecho y prevaricación, ¡tela! A sabiendas de mi certeza de que la querella no tenía ningún recorrido, tuve que soportar durante más años de los deseados, mis paseos por los juzgados declarando ante sus Señorías, y aportando las pruebas necesarias para que mis juzgadores adoptaran decisión acorde a derecho. Cuando la Audiencia Provincial sobreseyó el asunto en mi favor de modo definitivo, no brindé con nada, y tampoco interpuse querella contra el falso acusador, pasé página y continué con mi vida, aunque he de reconocer que la justicia te investigue no es un plato de buen gusto, por mucha confianza que tengas en ti mismo.

Hay instrucciones judiciales en que los imputados continúan en la cárcel, bien por pruebas abrumadoras, o por temor a que, puestos en libertad, usen sus recursos para aparcar los bienes en ignotos paraísos fiscales fáciles de convertirse en escondites inexpugnables impunes a investigaciones internacionales a donde nadie llega. Parece no es el caso, pues no se ha adoptado medida cautelar alguna, ni privación de libertad, ni obligación de fianza que cubra la responsabilidad civil.

Y qué ocurre cuando de una instrucción en donde a alguien se le acusa por cohecho no aparecen pruebas de enriquecimiento injustificado, sólo mudas limpias, cuentas bancarias como el resto de los ciudadanos, con casi más salidas que entradas, y eso desde hace bastantes años investigados. Llegado este momento, y como lo anterior no da indicio alguno del pecado mortal del que se la acusa, procede investigar en entornos familiares y sociales cercanos en busca de testaferros cómplices en la ocultación, y parece que tampoco es esa la dirección correcta. Todo lo cual significa, que, una de dos, o domina el mundo financiero global para no dejar rastro alguno, y no recuerdo haberla tenida como alumna en los cursos en que he propugnado, sin éxito alguno, la desaparición de los paraísos fiscales, o el cohecho es sólo una calificación jurídica que se pretende aplicar sin pruebas medianamente sostenibles, salvo que de la instrucción se hayan obtenido indicios que, concatenados entre sí, permitan vislumbrar algo más de lo que hasta ahora parece disponerse.

Si la amistad es una eximente o un agravante, puede entrar en los terrenos de la discusión de lo políticamente correcto, y cualquier argumento, en uno u otro sentido, defendible. Más resbaladizos parecen los terrenos del Código Penal sobre esta cuestión, máxime en un tema tan mediático, donde, a buen seguro, la Justicia actuará con la independencia que le caracteriza por encima de los ruidos políticos, ciñéndose a las pruebas que en instrucción se hayan obtenido, y que dará lugar a un sobreseimiento o a la apertura de juicio oral.

Y sí ha sido mi alcaldesa, con sus luces y sus sombras, derecho a cuadro en la Alcaldía tiene, y si la Justicia dispone que es culpable, ante todo, respeto a los fallos judiciales, y si no lo es, lo dicho, tampoco la votaré si el PP la rehabilita, aunque las piezas eliminadas de una partida de ajedrez retornan inmóviles a la caja con el resto de sus hermanas una vez terminada la partida. ¿Habrá una nueva partida?

Posdata: Parece que mi actual alcalde empieza a entender los respetos institucionales, aunque hayan pasado más de 100 días. Nunca es tarde.