En alguna ocasión he opinado y escrito sobre el sistema español para la educación. Se han hecho tantos planes que eso parece una agencia de buscar parejas, tantas como partidos políticos han gobernado. Solos y en compañía de otros. A veces se lee que España tiene diferencias negativas en educación con referencia a otros países, pero es que aquí se funciona en tema tan principal a la carta.

Seguramente que cada vez que nace un nuevo plan, sus inventores lo harán pensando que es lo mejor, pero hay serias dudas si lo mejor es para todos o para resolver el problema político de cada partido o gobierno.

Pido disculpas si me equivoco, pero desde la visión exterior, pienso que se habla mucho de las formas. Se habla mucho de asignaturas. Se habla mucho de cómo será el sistema más justo, pero no se oye hablar de la formación real. No se oye hablar de la educación personal en la forma de proceder en la sociedad. Tener una carrera no es su única meta, aunque naturalmente ello lleva consigo el estímulo personal y vocacional para su futuro trabajo y forma de vida. Tener una carrera no significa que la persona sea ya educada en el sentido de compartir, de comportarse, de respeto a los otros.

Tener carreras o estudios, no garantiza, aunque debería, que los comportamientos sean respetuosos con lo que podríamos llamar los protocolos de todas las esferas sociales, de las instituciones políticas o religiosas. Despreciar los mismos es echar a perder con el ejemplo lo que seguramente se habrá estudiado en las carreras y se ha olvidado para ponerlo al servicio personal, de imagen o político.

No solamente se enseña en los colegios, en las universidades. También se enseña y educa con los comportamientos de personas que teniendo madera de líderes y por tanto conductores sociales, hacen ver a sus alumnos de la calle, que con la falta de respeto, que campar cada uno por donde quiera, que no respetar las reglas, la leyes, la autoridad y hasta la familia, se puede ser una eminencia en una determinada línea pero un mal educador para el pueblo que lo es auténtico, lo importante. Hay en ese pueblo millones de alumnos esperando recibir las lecciones de sus «maestros», de sus «lideres». No se les debe defraudar.

Estamos en una época fantástica, políticamente hablando, en que la situación a que nos han llevado los alumnos de la calle es a tener que relacionarse más, pactar más, conseguir acuerdos para todos. Dejarse de no es por el no, de imponer líneas que no tienen sentido más que el de creerse algunos ser jueces únicos, que me recuerdan aquella anécdota evangélica de Adán y Eva en el Paraíso a los que el «demonio» convenció para desobedecer a Dios, prometiéndoles que serían como él. A veces algunos dan la impresión de creérselo.

Se está iniciando una época en España, que con el esfuerzo, el entusiasmo, con diversidad de pareceres o creencias, (caso de la Constitución Española en su momento), pero con alteza de miras, desde el ejemplo de los líderes y sus grupos, puede ser dorada. Enfrentamientos, imposiciones, partidismos inamovibles, prescindir de lo ético o moral, sería algo demencial. No se debe desperdiciar esta gran oportunidad.