La demoledora situación en la que se encuentran los vertederos de residuos de la provincia, con su vida útil acortándose a pasos agigantados debido a la ineficiente gestión del reciclaje, debería encender todas las alarmas de las administraciones públicas. El problema, agravado aún más si cabe en esta provincia por todas sus connotaciones con la corrupción, será uno de los ejes sobre los que va a tener que girar ineludiblemente la gestión política de los próximos años. Alejados como estamos a años luz de nuestros convecinos europeos cuya llama medioambiental luce, con inusitada fuerza desde hace muchos lustros, en nuestro entorno más cercano, la selección de los residuos, (orgánico, envases/plásticos, papel/cartón y vidrio) se va convirtiendo muy lentamente en una tarea rutinaria por parte de los ciudadanos, pero aún muy escasa. Las más de dos mil toneladas de basura que a diario se entierran en los cinco vertederos de la provincia, porque no se llevan a cabo las correspondientes tareas de reciclaje, dejan en evidencia la magnitud del problema. Sólo un exiguo porcentaje de toda la basura que entra en las plantas de residuos se trata y el resto acaba directamente bajo tierra, como si de este modo se solucionara el problema. Como si mirar para otro lado no nos condujera a un callejón de difícil salida en un corto espacio de tiempo. O se adoptan medidas radicales en el tratamiento de los residuos, a todos los niveles, o la gestión de los desperdicios humanos nos atrapará. Si no somos capaces de crecer exponencialmente en el reciclado de la materia orgánica e inorgánica, si no adoptamos una postura beligerante para combatir las decisiones cortoplacistas porque no nos importa nada el futuro más cercano, quedaremos envueltos en una gran pelota de basura sin que podamos deshacernos de ella.
