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El largo brazo americano

Empresas alemanas despiden a empleados encargados de negocios legales con Irán

Dos casos protagonizados por ciudadanos germanos ponen una vez más de manifiesto el largo brazo de la justicia, o mejor dicho, de la injusticia del imperio. Los dos han contado lo sucedido a dos medios de su país, el diario conservador FAZ y el canal público de televisión ARD.

Ulrich Wippermann fue acusado el pasado febrero por la Secretaría del Tesoro de EE UU de representar una amenaza para la seguridad de la superpotencia. Experto en finanzas, formaba parte de la dirección de la empresa alemana Deutsche Forfait, que tiene entre sus clientes a firmas tan conocidas como Sanofi y Siemens, además de otras muchas pequeñas y medianas empresas.

El negocio de Deutsche Forfait consiste en hacerse cargo de la deuda con esas empresas de clientes extranjeros para intentar luego cobrarla a cambio de la correspondiente comisión. Entre sus clientes figuraban empresas de Irán, país sometido a duras sanciones por Washington, que acusa a Teherán de financiar el terrorismo internacional.

Wippermann, que consideraba que todo lo que hacía estaba en regla, pues había sido supervisado por el Bundesbank, se dirigió al Tesoro estadounidense para preguntar por qué aparecía en su lista negra. Por toda respuesta recibió la dirección de un bufete de abogados estadounidense, con el que se puso en contacto y que se limitó a explicarle que no podía informarle de los cargos concretos contra su persona porque era materia reservada. Como se ve, puro Kafka.

Wippermann fue despedido poco después por su empresa, condición que al parecer pusieron los norteamericanos para sacarla de su lista negra de «financiadores del terrorismo», pero él en cambio continuó marcado. La empresa telefónica alemana Deutsche Telekom se negó a venderle una terminal de Apple ya que ésta tiene prohibido tener como clientes a personas que figuren en esa lista e incluso su madre tuvo problemas por el mismo motivo.

La segunda víctima de la injusticia norteamericana que ha denunciado públicamente su caso es Lars Christiansen, empleado del banco alemán Commerzbank, donde se encargaba de los pagos de empresas navieras: tasas portuarias, combustible, seguros y gastos diversos. Entre los clientes figuraba desde 2003 la naviera estatal iraní (Islamic Republic of Iran Shipping Company ), algo perfectamente legal según la legislación europea.

Sin embargo, en 2011, el departamento de grandes delitos económicos de la Fiscalía de Nueva York decidió investigar al Commerzbank. Al tener allí una filial, el banco germano se aprestó a cooperar con las autoridades norteamericanas para no perder el negocio. La Fiscalía citó a Christiansen, quien viajó voluntariamente a Nueva York, donde funcionarios de Justicia, del Tesoro y del FBI le sometieron a un interrogatorio en toda regla sobre los negocios del banco con Irán.

En marzo del año pasado, el Commerzbank le puso en la calle junto a otros tres colegas suyos que habían estado involucrados en las actividades del banco en Irán. A su vez, el Commerzbank aceptó la sanción de 1.300 millones de dólares que le impuso el Fisco estadounidense.

Christiansen no se resignó y demandó a su empleador por despido improcedente. Dos tribunales laborales germanos le dieron la razón al atribuir su despido a «presiones de terceros», es decir de Estados Unidos. Pero ello no le sirvió de mucho ya que tanto él como los otros despedidos tienen desde entonces problemas para encontrar trabajo en otros bancos, temerosos también del largo brazo de la justicia norteamericana.

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