Asistí hace unos días a una esplendida jornada de debate organizada por la asociación Volem Palmerar y respaldada por el Ayuntamiento de Elche. Tengo que decir que desde que acabé mi carrera y me instalé en este «pueblo» vengo debatiendo sobre el tema de tal manera que comienza a resultarme algo redundante. Y no solo yo, la mayoría de arquitectos ilicitanos han hecho de este asunto un lugar de reflexión central. Podemos decir que la posición de los arquitectos ha marcado hitos en el tratamiento urbano de este problema. Y ello se debe a la importancia capital que tiene el palmeral en la concepción de nuestra ciudad.

La protección del palmeral comenzó a abordarse desde la óptica cultural al amparo de leyes que impedían la tala de palmeras, o al menos ponían condiciones para que fueran replantadas. Sin embargo, creo que la visión urbanística marcó pronto el destino de unos suelos tan poco valorados en su momento como para albergar en ellos parte de la industria ilicitana.

Los primeros arquitectos modernos de Elche -aquellos que trabajaron entre los años treinta y sesenta- tuvieron una visión del palmeral como lugar adecuado para la instalación de viviendas. El crecimiento urbano y la producción de viviendas era un tema importantísimo en ese momento y entendieron que la ciudad de la alta densidad debía crecer hacia el margen derecho del río quedando el palmeral y la margen izquierda para la baja densidad.

Las ideas giraban en torno a la Ciudad Jardín muy en boga en el periodo de los años cuarenta. Sin embargo, la muy baja densidad del palmeral respecto a las ciudades jardín hace recordar propuestas anteriores como los «Parques Urbanizados». Estas propuestas urbanas fueron ensayadas por Olmsted en los suburbios de las grandes ciudades americanas y tratados con poco éxito en España. Recordemos la debacle de lo que hoy es el Parque Güell.

En realidad no era sino una urbanización de lujo para los barceloneses en la que solo se construyeron dos viviendas: una para el propio Gaudí y otra para el conde Güell. Es curioso que esta obra desastrosa en concepción y diseño haya pasado con el tiempo - replanteada como parque urbano- a convertirse en un hito arquitectónico del modernismo de la ciudad de Barcelona.

Volviendo a nuestra ciudad, en los años sesenta llegó a Elche una nueva generación coincidiendo con un profundo crecimiento económico en el país y de una manera especial en nuestra ciudad. Las concepciones urbanas cambiaron y se reflejaron en un nuevo y magnífico Plan General. A su vez, las ideas sobre el palmeral se modificaron de tal manera que se pensó en reequilibrar la inmensa masa de viviendas ubicada al otro lado del río con una gran zona verde central dedicada a parques, jardines y que contuviera elementos dotacionales (colegios, hospitales). A su vez se incentivaba el uso terciario, fundamentalmente hotelero y turístico. Y he de decir que se construyeron buenos ejemplos de arquitectura como el Hotel Huerto del Cura o el Colegio el Palmeral.

En la actualidad, nuestras ideas quedan lastradas por esa doble configuración del palmeral como espacio capaz de albergar edificación. Y aunque algunos consideramos que en la nueva ciudad es el vacío lo que debe equilibrar lo construido, resulta necesario respetar parte de lo ya concebido en el nuevo urbanismo a proponer. El palmeral se constituye así como un espacio complejo en el que no bastará una calificación estructural sino que deberá ser estudiado mediante una ordenación pormenorizada.

En la nueva Ley Valenciana sobre Urbanismo, se da gran importancia un concepto nuevo: «La Infraestructura Verde». Es un concepto territorial que debe delimitar aquellos espacios que no deben entrar en las transformaciones urbanas. Es decir, se trata de definir antes de estudiar el crecimiento de la ciudad los territorios que no queremos se transformen en el proceso de urbanización. Y es evidente que por sus características patrimoniales y paisajísticas el Palmeral debe quedar incluido en este concepto del nuevo urbanismo. Pensemos que no en balde el Palmeral es uno de los lugares con mayor valor ambiental y paisajístico de la comunidad valenciana. Es por ello que cuenta con una declaración de Patrimonio de la Humanidad.

Como conclusión, diremos que el palmeral debe ser concebido en un futuro planeamiento como un espacio vacío de edificación. Un espacio que sirva de equilibrio a lo edificado en la ciudad. Porque en los tiempos que corren los planes generales deben prestar cada vez menos atención al crecimiento urbano y deben centrar un mayor interés en la mejora de la calidad de vida de los habitantes.