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¿Hay algún médico en la sala?

No abundan precisamente los que en periodos de crisis se lancen al rescate de organizaciones que ni les van ni les vienen. Son más bien los oportunistas y los que atisban negocietes al amparo de su pertenencia a las supuestas «élites empresariales», los que siempre están dispuestos a pelotear un rato más con tal de optar a una tarjeta de visita presentable que les abra puertas y ayude a vender sus gamusinos. Los que no necesitan ese «dopaje» para sus empresas suelen retirarse pronto, sabedores de que hay muchos cocodrilos en esa charca y no es fácil salir con vida. Más de un jirón de negocio ha quedado entre las fauces de diferentes bestezuelas habitantes de la ciénaga, aunque también es cierto que si no tienes nada, nada pierdes e incluso es posible que te hagas un nombrecito. Al fin y al cabo a productos iguales hay tendencia en España a buscar al conocido que lo vende, y qué mejor respaldo que salir de vez en cuando en los periódicos como sesudo miembro de una corporación, asociación, entidad o cenáculo.

Por diferentes casualidades, en estas últimas semanas he tropezado con varios «ex» e incluso con algún otro que si aún no lo ha abandonado no es por falta de ganas. No señora, no daré nombres, que una es muy discreta. Resulta curioso cómo abandonar una organización empresarial sea visto como un alivio sin excepciones, por muy forzada y traumática que haya sido la salida. ¿Qué hace a nuestra provincia tan poco agradecida para con los que podrían dedicar parte de su tiempo y su talento a trabajar por la economía? Probablemente el descrédito en que han caído las instituciones tenga algo que ver y seguramente también los malos ejemplos de los que descubrieron en la representatividad la llave para descollar sin mayores merecimientos. Tampoco, digo yo, que será ajena la penuria económica de centros que en un pasado fueron emporios de riqueza -siempre y sin excepciones utilizada para el bien general y nunca, líbrenos dios, para comiditas, blackcards, reparto de contratas y cuchipandas entre los integrantes de sus ejecutivas. Y ya, por último pero no menos importante, las difíciles relaciones que se presumen con la Administración y la falta de presupuestos que conviertan las ideas -si las hay- en realidades.

El próximo año que nos hemos librado de momento y por los pelos de nuevos comicios para Cortes Generales -aunque ya veremos- vamos a tener en Alicante elecciones empresariales para renovar las cúpulas de Coepa y de la Cámara de Comercio. A más de un empresario va a haber que cazar a lazo para que opte a integrarse, dados los pocos alicientes, y no sería extraño que las entidades económicas de la Generalitat tuvieran que recurrir a vocear lo de «¿Hay algún médico en la sala? a ver si alguien se anima a hacer una traqueotomía de urgencia con un bolígrafo Bic.

Es obvio que para dar un paso adelante habrá que ir llorado de casa y tener muchas ganitas de estrellarse contra cientos de muros sin apenas sacar lustre a las prebendas del cargo, que jamás volverán a ser las que eran. Va a ser un trabajo duro y muy poco agradecido, de bastante pensar, de menguadas cintas inaugurales que cortar, escasos éxitos y bastantes reproches. Mirado así quien tenga una empresa sólida con proyectos en marcha mejor que no los abandone al albur de una representación que no le va a aportar casi nada. Cosa diferente son los que siempre han ocupado sillón y hereditariamente consideran las organizaciones empresariales como un apéndice de sus organizaciones. No diré yo que vayan a tener problemas para seguir sentados, que los pulpos aunque pierdan sus tentáculos los regeneran rápidamente, pero les recomendaría que pegasen el oído a la pared porque hay un clamor entre el empresariado medio desconocido que ha estado voluntariamente apartado de las instituciones contra «los de siempre».

Puede ser que sean sólo conversaciones de café y desahogos que no conducen a nada, pero no creo ser el único que escucha rumores de regeneración, de que hay que cambiar de arriba abajo las organizaciones empresariales porque realmente se necesitan y es imprescindible no sólo que existan sino que funcionen, que influyan y que sean altavoz de las empresas importantes de la provincia, que a base de riñón propio -sin subvenciones ni enchufes ni compra de voluntades- siguen adelante. Es posible que la realidad estropee finalmente el titular, porque no es tan sencillo que empresarios perpetuamente ocupados se embarquen en aventuras farragosas y ya sabemos que no es cómodo luchar contra el sistema. Tampoco diré yo que, como en política, el bipartidismo haya muerto y que a partir de ahora llegarán nuevos actores al escenario, porque este mundo de representación empresarial es bastante conservador y los movimientos populistas no son sus favoritos.

De cualquier forma el futuro se presenta interesante, ya veremos si al final la corriente subterránea se asienta o inunda el sistema. Habrá que escuchar con atención a «los otros» y sobre todo pulsar el parecer de los empresarios jóvenes, que no son podemitas ni mucho menos, pero que no creo que estén dispuestos a seguir respaldando un status-quo con bastante olor a alcanfor. Tienen dos opciones: autoaislarse o unirse y tratar de asaltar los cielos. Atentos.

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