Fidel ha muerto como Franco murió, en la cama. Por eso se llevaban tan bien. Si me lo permite, querido lector, le voy a hacer un test de demócrata. ¿Cree usted que Franco era malo y Fidel era bueno? No se ande con rodeos. Conteste lo que piense. Pero si usted piensa que un dictador es bueno, y el otro dictador es malo, tiene que retomar la autoescuela de la democracia y recuperar su carnet de demócrata. No se sostiene afirmación positiva para un dictador y negativa para otro. O no se sostiene que alguien pueda decirse demócrata sosteniendo a alguno de los caudillos. Como muy bien decía el otro día la cubana, exiliada en Francia, Zoe Valdés: «El dolor de los cubanos con Castro no ha sido reconocido como el de las víctimas de Pinochet». Pues eso. Si usted defiende una dictadura, permítame que le saque del club de los demócratas.

En estos días las comparaciones con los dos regímenes se han hecho muy parejas. Largas colas para «honrar» al tirano Fidel, como se sucedieron para «honrar» al tirano Franco. Semejanzas en los logros conseguidos por sus gobiernos. Que si Fidel universalizó la educación (comunista, por supuesto), y el otro construyó pantanos y viviendas sociales como nunca. Uno, Fidel, tuvo de enemigo a EE UU. El otro, Franco, a los masones y a los judíos. En los dos países se «votaba». Tuvieron muchos referéndums. Aún recuerdo cuando invité a mi universidad a la hija del Che Guevara, Alina Guevara March. Afecta al régimen castrista. Estuvo muy desafiante con los alumnos que le cuestionaban la falta de libertad y de participación ciudadana. Ella se defendió atacando. Dijo que en ningún país americano se votaba tanto como en Cuba. Y que, por supuesto, no había presos políticos. Está todo dicho. Amén.

Como muy bien indicaba el gran escritor cubano, también en el exilio en España, Raúl Rivero: «Castro deja un país sin libertad, sin prensa, sin partidos políticos. Un estado policial que produce hombres desconfiados y sin brújulas». Y por eso cuesta entender a todos esos de la izquierda de manual defendiendo a un personaje infame. Para los mismos que Franco era un diablo, Fidel era un revolucionario. ¡Joder, como se escribe la historia! Para los mismos que se ponen en la manifestación por los derechos de los homosexuales, los delitos contra los gays en Cuba no existen. ¡Manda huevos! Y no se les cae la lengua de tantas tonterías y tantas barbaridades que dicen para defender a un dictador.

El problema siempre es el mismo. Se intenta justificar una tiranía por los supuestos logros sociales y humanos que se desarrollan durante la dictadura. Y, como los que la justifican siempre encuentran argumentos de defensa, se olvidan de lo esencial. Y, ¿qué es lo esencial? Pues es bien sencillo. Lo esencial es que la dignidad humana sólo está unida a la libertad. Ya está. Ve usted que sencillo es explicar por qué no se puede defender ninguna dictadura. Porque cada defensa al grito de «Viva Fidel», o «Viva Franco», traerá consigo el acatamiento de que los seres humanos no pueden manejar su libertad. Que les ha de ser administrada por un caudillo que encarna lo que el pueblo necesita. Es la supeditación de la libertad individual, no negociable, a un supuesto bien común colectivo, que ya te lo administra el partido único.

«Fidel Castro ha muerto. Lo sobrevive una nación que ha vivido demasiados duelos como para vestirse con el color de la viudez», decía la periodista cubana Yoani Sánchez. En cierto modo todos los totalitarismos ejercen una patria potestad sobre sus «hijos». La Patria, esa tan añorada por Franco y Fidel, es una herramienta de adoctrinamiento para la causa. Raza, patria, revolución? busque y encontrará similitudes entre los dos cuadros. De entre los millones de comentarios arrojados en internet, me quedé con éste: «En 1957 Fidel Castro prometió a los cubanos unas elecciones libres. Lástima que su prematura muerte no le haya permitido cumplir su promesa». Si usted cree que Franco y Fidel no eran lo mismo tiene que volver a la escuela. Pero a una escuela libre, no a la que dibujaron éstos para su mayor gloria. Ser demócrata es fácil. Se trata de repudiar a todas las dictaduras. Sin colores.