Me apetecía dar una vuelta por la plaza de Calvo Sotelo antes de que cambiara de nombre.

San Francisco, mi admirado santo medieval, el segundo Jesucristo, como expliqué en más de 20 años de clases de Historia Medieval, es el nuevo nombre de la plaza. El nombre (San Francesc) corresponde a la parte de las defensas de la antigua ciudad en esa zona. Sin duda, uno de los nombres propuestos más adecuados de la nueva lista de las calles alicantinas, no ha habido consenso, que pena.

A pesar de todo, cierta nostalgia de la pérdida de ese nombre de Calvo Sotelo me queda. Esta plaza es como un paréntesis de esos comercios: la zapatería, la de los animales, la herboristería, la farmacia, la nueva tienda de chuches, Natura y las demás. Y de los que ya no están como Mango y Cassino, la camisería tan elegante con Antonio y Javi siempre amables atendiendo.

El kiosko nuevo, muy concurrido, está donde estaban aquellos aseos públicos tan cutres y originales donde desbeber mientras la señora que limpiaba, fregaba incluso entre tus pies en plena faena.

Me senté bajo el ficus, entre agresivas palomas, y contemplé la plaza, de repente un señor con bata de estar por casa se sentó en mi mesa.

-¿Qué tal?- Pregunté ante la insolencia,

-Muy bien caballero, ¿es usted el que escribió sobre lo del cambio del nombre de calles, ¿verdad?- Contestó

-Yo escribí y otros muchos.

-Quería agradecerle sus palabras sobre el nombre de la plaza.

-Es mi opinión, no es ningún mérito.

-Que va, no se minusvalore amigo, todo el mundo piensa y tiene opinión pero no tantos se atreven a escribirla.

-Pues gracias.

-No, de verdad, yo lo sé bien. Las palabras pueden ser usadas siempre en tu contra.

-Ya, pero es lo que tiene la libertad.

-¿Libertad? Que bueno sería que hubiera en España verdadera libertad. Si no escribes lo que está socialmente aceptado y esté de moda te tildaran de reaccionario o de algo peor. Serás un librepensador y eso no lo admiten ni las derechas ni las izquierdas ni casi nadie.

-Ya.

Era una persona con sabiduría y hablaba como si fuera del siglo pasado, era inteligente, rara avis. Le pregunté si quería tomar algo, contestó que no podía.

-¿Por qué dicen que hay que quitar este nombre?- preguntó.

-Parece que el nombre lo impuso el franquismo y que ese hombre estaba en el complot del alzamiento del 36.

-¿Es eso suficiente para borrar un recuerdo?

-Parece que si. Además nadie comparte ideas como las que él defendía, yo tampoco la verdad. Pero fue un hombre de su tiempo y nadie merece morir así.

-A lo mejor si se viera la historia con los ojos de los que vivieron el momento se entendería y lo que se piensa que fue un error tal vez lo viéramos como lo más razonable en su momento .

-Si, pero los historiadores no somos más que enanos subidos a lomos de gigantes, no sabemos la verdad, ni nos acercamos a su orilla, lo vemos todo de lejos o con los ojos de otros.

Asintió y me aseguró que hay mucho que hacer en la cultura y en la comprensión del pasado y que esa será una gran labor siempre.

Fui a pagar y cuando volví no había nadie, no sé si en algún momento lo hubo.

A José Calvo Sotelo, diputado democráticamente electo en la Segunda República, lo sacaron de su casa en bata y lo mataron a tiros tras expresar sus ideas en el Congreso de los Diputados. Los que lo detuvieron y posteriormente le asesinaron le dejaron, al menos, despedirse de su mujer y sus cuatro hijos.

En positivo, quitar este nombre de un lugar donde ni la mayoría de vecinos, la hoguera ni los comercios lo han pedido ni quieren, no es comprensible. Hay que tener sentido del tiempo. Rectifiquen, es de sabios.