La nueva ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, ha iniciado su andadura queriendo abordar uno de los temas más preocupantes desde el punto de vista sanitario: el alcoholismo infantil y juvenil. En España existe una tolerancia incomprensible hacia el alcohol, que por desgracia está socialmente bien aceptado. El año pasado, cuando estaban en 2º de la ESO y tenían trece años, la madre de uno de los compañeros de mi hijo mayor le decía a su hijo que podía beber, pero con cabeza. Una madre normal y corriente, que conste. Para mí esto es un auténtico oxímoron, los trece años son por definición la edad de la falta de cabeza, y no les podemos delegar a nuestros hijos la obligación de saber administrarse. Otra madre se encontró un recibo de una botella de vodka de menos de cinco euros en la mochila de su hijo, que supongo que sería un auténtico matarratas por ese precio, y se encogió de hombros sin saber lo qué hacer.

Los hijos nos necesitan. Necesitan que les pongamos límites, que les orientemos, que les digamos lo que está bien y lo que no. Sin duda, ellos tendrán luego que experimentar por su cuenta, equivocarse y cogerse alguna cogorza, para saber lo desagradable que es la resaca. Pero lo que no podemos hacer de ninguna manera es dar por buenas determinadas conductas. Tienen que saber que no autorizamos que a los doce o trece años beban alcohol, aunque esto los convierta en los raros de la clase. Cuando más tarde se empiece a beber, mejor.

Parece que muchos padres no son conscientes del daño que el alcohol puede causar sobre las tiernas neuronas y conexiones cerebrales de sus hijos adolescentes. Sin duda, cada vez que nos cogemos una borrachera nos volvemos un poco más tontos, como dice el doctor Samuel Pastor. Por no hablar del daño que el alcohol puede causar en otros órganos de nuestro cuerpo. Y los padres tenemos que ser firmes en este aspecto.

Tuvo que morir una niña de doce años hace poco para que las autoridades sanitarias se hayan decidido a abrir este melón. Claro que esa muerte podría haberse producido en cualquier lugar de España, también en Alicante, en las Hogueras o en la sección playera de la romería de Santa Faz. Esperemos que la nueva Ley tenga efectos positivos y ayude a reducir radicalmente el consumo de alcohol en los jóvenes. No será tarea fácil, por la buena prensa de que goza el alcohol y por la comodona tolerancia de padres y autoridades al respecto. Y, aparte de prohibir el consumo a los adolescentes y de sancionar a los mayores que se lo proporcionen, es necesario enseñar a los jóvenes a divertirse de otra manera.