Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago

Se impone una reacción europea frente a la represión turca

Periodistas encarcelados o amenazados con juicios, profesores de Universidad despedidos, funcionarios puestos en la calle sin ningún tipo de explicaciones.

Bajo el presidente Recep Tayyip Erdogan, Turquía se ha convertido en una autocracia represora de todo pensamiento crítico, y la UE no puede permanecer impasible ante lo que allí sucede sólo por salvar su acuerdo con Ankara en materia de refugiados.

Porque Turquía no es Corea del Sur. Turquía es miembro de la OTAN y del Consejo de Europa y se supone que esa doble condición conlleva al menos ciertas obligaciones en materia de derechos humanos.

Los medios germanos, mucho más sensibles que los de otros países europeos a la tragedia turca, dado el elevado número de personas de ese origen que viven en Alemania, informan casi diariamente de lo que allí ocurre.

Y dan cifras alarmantes: desde el fracasado golpe militar del 15 de julio más de 120.000 funcionarios han sido despedidos o al menos suspendidos de sus puestos, entre ellos más de 4.000 científicos y profesores de universidad.

Se han cerrado quince universidades, y la represión parece no acabar nunca. Entre los más expuestos a la vesania del régimen son los 1.128 firmantes de un llamamiento para que se ponga fin a "la masacre" de la población kurda del sureste del país.

Los autodenominados "Académicos por la paz" que suscribían ese documento no llamaban en él a la violencia contra el régimen, que, sin embargo, los acusó inmediatamente de apoyar al Partido de los Trabajadores del Kurdistán y de "traicionar a la patria".

Para una de las firmantes, la profesora Kader Konuk, directora del Instituto de Estudios Turcos de la Universidad de Duisburgo-Essen, el régimen ha "aprovechado el fallido golpe para lanzar un ataque en toda regla contra la libertad académica".

"Académicos por la paz" es, según comentó Konuk al diario Süddeutsche Zeitung, "la revuelta de los estudiosos" contra un gobierno que "fomenta el odio nacionalista e islamista contra quienes critican al régimen".

A pesar de las amenazas del Gobierno de Ankara, el documento de los académicos fue firmado por otro millar de personas, que se exponen también a la persecución de las autoridades en forma de medidas disciplinarias y despidos.

En algunas ciudades, los docentes e investigadores despedidos han creado "universidades alternativas" y dedican seminarios a temas como el feminismo, la democracia o la teoría crítica.

No es casualidad, explica la profesora Konuk, que las facultades más afectadas por las medidas represoras del régimen sean precisamente las de estudios humanísticos o sociales, en las que se alienta el libre debate y el pensamiento crítico.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats