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Joaquín Rábago

Los algoritmos resucitan a Lombroso

Cuando uno creía que Cesare Lombroso estaba muerto y enterrado y sus teorías, cubiertas de polvo en algún desván, resulta que dos científicos chinos las resucitan con ayuda de los algoritmos.

Muchos lectores sabrán que el italiano Lombroso (1835-1909), destacado representante del positivismo criminológico, estableció una estrecha relación entre los rasgos morfológicos de un individuo y su tendencia al crimen.

Aunque desde hace tiempo totalmente desacreditadas, las teorías de Lombroso, que se basan sobre todo en las asimetrías o deformidades craneales, fueron adoptadas por los practicantes de la eugenesia, entre ellos los médicos nacionalsocialistas.

Pues bien dos investigadores de la inteligencia artificial de la universidad de Shanghái, Xiaolin Wu y Xi Zhang, han publicado su descubrimiento en la plataforma digital arXiv, gestionada por la universidad estadounidense de Cornell.

Los dos científicos han alimentado su software con fotografías de las cédulas de identificación personal de varones chinos de edades comprendidas entre los 18 y 55 años, la mitad de los cuales habían sido condenados por algún delito.

Pues bien, el programa informático por ellos desarrollado permitió distinguir entre delincuentes y no delincuentes con un grado de fiabilidad del 89,5 por ciento.

El director del instituto criminológico de Baja Sajonia, Thomas Bliesener, declaró al diario "Süddeutsche Zeitung" que los genes no pueden explicar un comportamiento delictivo, sino que influyen otros factores como los prejuicios que pueden existir en la sociedad y que fomentan a veces esas tendencias.

Una sociedad discrimina y etiqueta a las personas de acuerdo con ciertos rasgos morfológicos: un individuo de rasgos desagradables tendrá más dificultades para pasar desapercibido.

Unos ojos demasiado próximos entre sí, ciertas asimetrías craneales elevan, según el experto alemán, la probabilidad de que la policía se fije en unos individuos más que en otros.

Pero hay también otras explicaciones, la propia delincuencia produce muchas veces daños físicos que nada tienen que ver con la disposición genética sino con un determinado estilo de vida, y para reconocerlo no hacen falta siquiera algoritmos como los desarrollados por los chinos.

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