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José María Asencio

Vuelva usted mañana

José María Asencio Mellado

Valores humanos y política

La ética, la moral o, sencillamente, la educación, no van ligadas a ninguna ideología. En todas partes cuecen habas, hay tontos, excrecencias incluso de la especie humana que suelen autoexcluirse por propia voluntad de actos solemnes y soberbios carentes de escrúpulos que se consideran el summum de la sabiduría y la integridad. No es necesario acudir a la historia para apreciar este tipo de especímenes, pues hoy en día han salido del fondo del lodo muchos que poco a poco van haciendo relucir sus merecimientos e inclinaciones primarias.

La semana pasada hemos tenido varios ejemplos, aquí y acullá, de seres cuya condición humana reside en andar erguido, pues siempre están dispuestos al daño a quien piensa distinto. Fanáticos que dan miedo o, mejor dicho, lástima, pues no son conscientes de que sus actos recibirán el premio merecido. Los seres humanos, a pesar de los pesares y de que los extremistas de todo signo han campeado en lugares y tiempos diversos, suelen siempre valorar más la virtud, aunque sea pequeña, que la exageración de lo que se predica y no se tiene. Al final siempre se imponen el equilibrio y la moderación.

De la estupidez de grupos poco sensatos cuanto menos, suelen surgir con frecuencia quienes, por querer hacer méritos, se pasan, convencidos de que sus esputos serán bien considerados, aunque externamente se diga lo contrario. Es lo que tiene la exageración y la barbarie. De ahí que se transite fácilmente de la vileza de no respetar a los muertos, con excusas siempre frágiles que dañan la estética más elemental, la belleza del gesto, a desearles que ardan para generación de energía y que lo haga un dirigente de un grupo que no ha expulsado a tan vacío sujeto, antes al contrario, lo ha justificado y ensalzado por su valentía y arrestos. Digan lo que digan y callen lo que callen. Es curioso que quienes tan poca elegancia muestran con el deceso presente del enemigo, no solo contrincante como es de ver, tengan tanta tristeza, acreditadamente falsa, por otros fallecidos hace un siglo. No es ya que tengan adversarios y que la pugna sea entre vivos. Van más lejos, queriendo perpetuar su lucha que creen revolucionaria hasta la eternidad, aunque no crean en ella. Contradicciones éstas que revelan carencia de valores humanos, aunque algunos consideren que son un ejemplo de heroica lucha.

Tiempos hubo en los que sin tanto estrafalario esperpento y burdo montaje, los que representaban estas ideologías merecieron un respeto profundo. Luchadores por derechos y libertades que creían en ellos y los consideraban de todos. No hay que ir muy lejos para recordar a quienes contribuyeron a la paz y la concordia después de haber vivido en el odio y la confrontación. Hoy, sus herederos, puestas en almoneda incluso las siglas, pierden el norte y aprovechan la miseria para crear adictos entre los que, crédulos, piensan que van a heredar de ellos algo más que palabras e imposiciones, a más de gestos feos, gritos, quejas llorosas incluso a ellos mismos allá donde gobiernan e imputación de todos los males al pasado. Son irresponsables, porque son excelsos conforme a su deformada opinión propia. Nunca se equivocan y tienen para todo una solución, aunque en forma alguna se halle en ningún lugar en el que sus semejantes gobiernan. Ni ahora, ni nunca desgraciadamente, porque su utopía era hermosa, muy hermosa. Falló la condición humana o infrahumana de los que vendían y venden palabras hueras y pugna llena de rencor extremo. Esa es la base de su éxito, el rechazo absoluto y la promesa vana hueca de esperanza.

Indignación es la palabra que debo utilizar para quienes niegan el homenaje a una persona que ha fallecido sin condena alguna, aunque algunos la hubieran condenado y la siguen condenando porque así lo deciden en su moral absoluta y autoritaria. Un homenaje que siempre están prestos a conceder, qué tristeza, a aquellos que se regodearon en el fango de los crímenes abyectos bajo, otra vez, promesa de un mundo mejor. Aplausos a terroristas confesos y soledad a quien no ha sido condenada y que, de haberlo sido, su crimen nunca hubiera alcanzado la repugnancia de un asesinato por la espalda y sin motivo alguno. Digo uno por no decir mil, que son los cometidos. Incomprensible vara de medir tan laxa.

Alguien tendrá que explicar tanta contradicción sentimental y cuál es el futuro y el proyecto de quienes así se comportan y alguien tendrá que explicar a sus votantes lo que están votando. Y lo mejor es ofrecer un programa y un proyecto social, el de siempre, por los de siempre, una vez superado el trance de quien quiso aliarse con estos señores de tan escasa empatía y radicalidad. Qué hubiera sucedido de haber alcanzado Pedro Sánchez su sueño y estar ahora gobernados por los que aplauden a los sucesores de ETA y niegan el respeto a quien nunca practicó la violencia. Media España sobraría y al final todos sabemos cuál sería el resultado. No nos engañemos. Ese es el final repetido cuando el fanatismo se impone. Y hay que evitarlo por todos los medios.

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