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Aperitivo azoriniano

La ruta de Don Quijote

TEATRO PRINCIPAL DE MONÓVAR

De Azorín. Versión y dirección:

Eduardo Vasco.

La senda nos llevó el sábado a la tierra natal de José Martínez Ruiz, Azorín, para ver la primera representación en nuestra provincia de La ruta de Don Quijote, organizada por el Instituto Alicantino de Cultura Gil-Albert en el Teatro Principal de Monóvar, donde se dio cita un buen número de espectadores que aplaudieron mucho a Arturo Querejeta, de la compañía Noviembre que dirige Eduardo Vasco, responsable de la versión teatral del libro de crónicas o de la novela de viajes de Azorín. Un prólogo antes de que se cumpla, en 2017, el 50 aniversario de su fallecimiento, y un año en el que desfilarán las actividades patrocinadas por distintas instituciones para difundir al escritor, cuya trayectoria estuvo marcada por sus colaboraciones en la prensa, como lo fue el encargo de El Imparcial (al que no se alude) con motivo del tercer centenario de la publicación de la primera parte de la obra cervantina. Así, el intérprete muestra al personaje y recorre los sitios manchegos más emblemáticos en la novela de don Miguel, cuando se conmemora el 400 aniversario de la muerte del autor que dio alma al ingenioso hidalgo, el caballero andante de la triste figura. Azorín reflexiona sobre el periodismo y se dirige en tren a Argamasilla de Alba. Continúa en carro la ruta quijotesca y llega a Puerto Lápice? Los pasajes resumen lo que escribió Azorín en 1905 con la dramaturgia del director de este espectáculo que huye de la simple narración. Un elocuente ejemplo de teatralidad con Arturo Querejeta hablando al público, cambiando la voz como si hubiese otros personajes o dirigiéndose a ellos con rigor y veteranía. Las ilustraciones en vídeo, la sencillez escenográfica, las luces y el espacio sonoro refuerzan la teatralización, a lo que se suma la presencia del ayudante de dirección y técnico Daniel Santos. Azorín describe todo cuanto hizo, habló y vio, y enlaza las páginas de Cervantes con los lugares que visita. Ruidera, la Cueva de Montesinos, Campo de Criptana con los molinos de viento y unos habitantes al estilo de Sancho Panza, o El Toboso, lugar de Dulcinea, y Alcázar de San Juan. Los grises parajes de La Mancha con la suave ironía y el impresionismo del monovero Azorín.

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