No sé porqué pero somos muchos los que en Alicante le tenemos un cariño especial a esta zona costera campellera: la Coveta Fumá. En mi caso no tiene mérito, ya que llegué allí con 14 años y viví muchos en ella. Siempre tuvo un cierto halo de misterio; hay calles perdidas, parajes inexplorados, restos arqueológicos, holandeses y holandesas en verano y cierto aire guiri con algo exótico de santuario, de refugio. Se cuentan leyendas de todo tipo.

Un grupo de amigos tenemos, además, el privilegio de pertenecer al enclave nacionalista más pequeño del mundo: somos los Calapiteranos de Honor. Un abrazo a todos. Gente muy conocida tiene raíces allí: Yolanda, Jota, Ernesto, José, Mari, Sandy, Andrea, Elena, Rafa, Paco, Camy, incluso Fred y Debby. Ellos lo saben.

Pero Coveta, como El Campello, tiene tanto potencial y tanta historia que siempre estará por mejorar. Es lugar de fenicios, de romanos, de iberos, de cultura de mar. Fue frontera de Castilla y Aragón hasta 1296. Es una urbanización que se mantuvo hasta poco, sin grandes alturas y con chalés individuales y singulares cubriendo sus colinas y playas. Un lugar atravesado por el trenet que te ponía en el mapa, aunque el último, desde Alicante, salía a las 19.15 por lo que no podías quedarte de marcha y tenías que volver pronto.

Un tal Carlos Poveda compró tierras de almendros a real y vendió a 20 duros, haciéndose rico hasta que lo perdió todo en ese mamotreto de la pirámide de la Goteta.

Está todo por hacer: Juanjo mejoró algunas calas y reasfaltó calles por primera vez en 40 años, pero podría ser ejemplo de turismo residencial de la Costa Blanca y todo un atractivo natural internacional. Siempre me he preguntado por qué las urbanizaciones del sur de la provincia crecen y se venden y este lugar tan especial sigue a su paso lento (aunque sea parte de su encanto). Pasear por sus calas y playas, descubrir el Barranc d'Aigües y sus acantilados donde anidan gaviotas y ver su mar, es aconsejable para cualquiera. Yo voy después de las tormentas de Levante y recojo esponjas y otras cosas que la furia del mar ha expulsado.

Los vecinos quieren que se les atienda y tienen muchas y buenas ideas para mejorar ese entorno, escúchenlos. Una pena que se cambiara por un triste edificio de apartamentos, el Bar de Ana, con sus terrazas, pub, piscina, pinada que terminaba en la playa y con sus miles de rincones, donde por la noche besar a tu pareja. Era el bar más bonito del mundo.