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Manolo Alarcón

De comisiones e intereses

Los que vivimos con el paso del tiempo y con cierta amargura los actos del Centenario del nacimiento de Miguel Hernández, en 2010, andamos con la mosca detrás de la oreja desde entonces porque aquella efeméride no sirvió, como diría un expresidente de la Fundación dedicada al poeta en Orihuela, ni para llevar uno de sus poemas a la luna. Algo que algún insensato con mando en plaza aseguró hace seis años que ocurriría y que la Prensa madrileña tardó pocos segundos en comprarle. Aquel centenario, que pretendía ser glorioso, se evaporó entre lo que quiso ser y no fue y que ha dejado, como testigo mudo, un edificio -la Casa Natal- aún por abrir al público.

Puede ser que no esté mal crear ahora una comisión, autodenominada nacional, para recordar en 2017 el 75 aniversario de su fallecimiento y aprobar con ello una serie de iniciativas que van desde la publicación de libros a la celebración de conciertos, pasando por la edición de un sello o la declaración del Año de Miguel Hernández. No, no está nada mal siempre y cuando al final perdure cualquier cosa que se haga para recordar y recitar al poeta cabrero, para que aprendan con ello las nuevas generaciones de niños o para que su memoria quede impregnada en las ciudades que se dicen son sus herederas.

Que en 2013 el legado de Miguel Hernández acabara en un municipio jienense de poco más de 5.600 vecinos, Quesada (al que el poeta ha terminado por poner en el mapa), dice mucho de lo mal que se han hecho las cosas en esta provincia y, precisamente, por buena parte de las mismas instituciones que ahora abanderan la iniciativa. La poesía es imaginación, ternura, pasión o sentimiento y desde hace mucho nada de ello se refleja en el recuerdo de Miguel Hernández.

Quizá sea por la ausencia de mentes lúcidas y capaces, y no ya a la hora de organizar un acontecimiento cultural imaginativo y alejados de estereotipos, sino de inculcar los valores de sus poemas en el día a día sin necesidad de que nos tengamos que acordar de él sólo porque se cumpla algo de su vida que acabe en cero o en cinco: 50 años, 75 años, 100 años... Y esperemos que este aniversario no sea al final sólo un fasto entre comisiones, intereses y muchas fotografías.

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