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La tauromaquia, la libertad y un dolor

El pasado jueves tuvo lugar la sesión de apertura de la décimo segunda legislatura de la democracia, esta que tanto ha costado echar a andar y a la que tantos palos en las ruedas se le están poniendo nada más comenzar. Y acaecieron en esa solemne jornada diversos hechos que han escandalizado a más de uno por el ejercicio del libre albedrío y la libre expresión de las personas. Que si unos iban en camisa, que si otros no aplaudieron el discurso del Jefe de Estado, que si lo recibieron de pie, que si se quedaron sentados, que si aquel iba con una camiseta con no sé qué frasecita...

Quizá llame la atención a algunos, pero a los aficionados al toreo no nos escandaliza tanto que haya personas que expresen independientemente su disensión respecto a la mayoría. En un festejo taurino uno puede manifestar libremente lo que opina sin que a nadie se le ocurra aseverar que está atentando contra institución ni poder alguno. Si el presidente de turno, que encarna la autoridad, o cualquiera de los actuantes en el ruedo, toman alguna decisión que no agrada, aquel que así lo considera puede levantarse y silbar, o quedarse sentado y protestar también, o aplaudir de una manera u otra, o sacar el pañuelo, e incluso se puede también quedar sentado sin por ello estar ejerciendo nada más y nada menos que su libertad. Y ningún periodista podrá acusarle de peregrinas conspiraciones judeo-masónicas en contra de nada ni de nadie. Sin faltar al respeto. Ni a Felipe de Borbón, ni a nadie. Pero sin coartar tampoco libertad alguna. No parece ocurrir lo mismo en la política, donde a muchos les salen ampollas y se les encienden las meninges porque unos diputados elegidos democráticamente ejerzan su libertad de aplaudir o no, levantarse o mantenerse en su escaño, vestir con camiseta o de chaqueta y corbata cuando llega el Jefe del Estado al hemiciclo. A las instituciones y al pueblo se les respeta trabajando y cumpliendo los deberes, y ello no va en menoscabo de los derechos individuales de cada cual.

Y es que los taurinos, además de honrados, también somos libres. La fiesta de los toros era la más democrática del mundo. Esos nuevos políticos tan amigos de las consultas populares habrían de instruirse un poco en esta liturgia que cada tarde plantea unos cuantos referendos: a los toreros, a la ganadería, a la presidencia, al empresario... Los señores diputados de esos grupos políticos que ejercieron su libertad el pasado jueves debieran, en lugar de luchar por la abolición de la tauromaquia, aprender de ella. A Pablo Iglesias y Albert Rivera los ha invitado la Fundación del Toro de Lidia a visitar una ganadería. Que les enseñen, de paso, dos cuestiones básicas que van intrínsecamente ligadas en la tauromaquia: el respeto a la liturgia y a la libertad de expresión. Lo uno no debe atentar contra lo otro, y cada tarde se demuestra en el ruedo y en los tendidos. Los de arriba se manifiestan para que la liturgia de los de abajo se mantenga. ¿Serán capaces ellos de llevar ese equilibrio al ruedo parlamentario?

En cuanto a la familia taurina de nuestra ciudad, esta semana ha resultado también muy triste. Para quien firma estas líneas, seguramente las más duras desde que se asomó a esta ventana. Camino de la eternidad se nos ha marchado Trinidad Almansa, esposa de nuestro más que maestro y amigo José María Jericó, presidente también de la Tertulia Taurina Amigos de Nimes. Como sentenciara Jorge Manrique, nos deja consuelo su memoria y saber que hasta el final vivió arropada por los suyos, su marido y sus hijos, María José y Jesús, tan familia y tan queridos, sus amigos tertulianos, sumidos en el desconsuelo de una marcha demasiado temprana e injusta, como tantas. La vida es así. Vayan desde estas líneas nuestro recuerdo a Trini y la fuerza para los que quedan aquí. La gala taurina del próximo sábado, 26 de noviembre, queda huérfana de una de sus caras más bonitas y alegres. Pero su recuerdo nos alentará a todos, amigo José María. Y a pesar del oficio, siempre faltarán palabras. Qué cosas... Hasta siempre, esposa, madre, abuela Lola, hermana, amiga... Hasta siempre, Trini.

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