El rey pronunció un importante discurso el pasado jueves en la sesión de apertura de la nueva legislatura en las Cortes Generales. Parecía seguro de sí mismo y trajo un discurso de alto contenido político e institucional, que despejó algunas de las dudas que pudieran tener los diputados presentes en el hemiciclo. Es cierto que la mayoría de los diputados estaba escuchando con gran interés este discurso, en el que el Rey quiso aludir al papel que le corresponde por la Constitución española como Jefe del Estado, así como a otros principios, derechos, deberes y obligaciones que dimanan de la misma norma. Y, recordando su papel principalmente institucional, quiso explicitar que como monarca reina pero no gobierna, como sucede en las monarquías constitucionales. En contra de lo que dicen muchos militantes de las formaciones emergentes como Podemos, que pretenden deslegitimarlo con argumentos torticeros cuando no decididamente falsos, cuando argumentan que al Rey no lo hemos votado, aunque es cierto que a Felipe VI personalmente no lo votamos, recordemos que los españoles sí votamos con una mayoría aplastante de más de un 80% esta Constitución, como norma suprema del Estado, de la que emanan el resto de normas y que consagra el principio de legalidad, esto es el sometimiento de todos los españoles a la ley. Al terminar el discurso le aplaudieron a rabiar. Y es que ni siquiera Pablo Iglesias, aunque se crea agraciado con una mente preclara y pretenda saber mejor que nosotros mismos lo que nos conviene, está por encima de las normas. Siendo esto así, no puedo sino alegrarme de que no se haya consumado una victoria electoral de esta formación, cuyo propósito veo claro que es conculcar la Constitución y cuestionar todo nuestro sistema legal, en pro no sabemos bien de qué otra alternativa pretendidamente mejor, pero no elegida por los españoles. Su inspiración y pretensiones son de dar miedo.

Aparte de quedar los podemitas en evidencia, ayer para mí quedó en evidencia también la presidenta del Congreso, permitiendo que una bandera no constitucional luciera en el Congreso, nada menos que durante el discurso del Rey. Por no hablar de las protestas en las camisetas. Ya ha dado muestras Pastor de pusilanimidad en anteriores ocasiones, al haber permitido una serie de insultos inadmisibles, que no tienen nada que ver con la libertad de expresión de los señores diputados, que como representantes de todos los españoles han de atenerse a unos mínimos de respeto durante sus intervenciones en la tribuna del Congreso. Incomprensible tanto como lo de no saludar al Rey que, al margen de la ideología de cada uno, que es perfectamente lícita y pertenece a su esfera íntima, habla mucho de la mala educación que exhiben algunos diputados y que a mí me da vergüenza. Espero no ser la única.