El realineamiento de un porcentaje limitado del voto en algunos estados de Estados Unidos ha generado allí un cambio político de incierto devenir y una gran expectación por lo que pueda pasar en los próximos meses en países centrales de Europa. En España, después de la investidura de Rajoy, las urnas estarán cerradas por un tiempo, pero la incertidumbre en la que está obligado a moverse su gobierno, la crisis del PSOE, la definición estratégica pendiente de Podemos y el efecto Trump mantienen el interés por los vaivenes electorales.

La encuesta postelectoral publicada la semana pasada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) confirma algunas conjeturas que se hicieron en su día para explicar los resultados y de paso despeja dudas sobre lo ocurrido aquel 26 de junio. Por un lado, la repetición de elecciones favoreció al PP, que incrementó su apoyo electoral mayormente gracias a que retuvo el voto propio y recibió el de un 16 % de quienes en diciembre de 2015 habían votado a Ciudadanos. Por otro lado, la coalición Unidos Podemos no consiguió su objetivo de superar al PSOE porque uno de cada cinco votantes de Podemos y casi la mitad de los votantes que habían optado por Izquierda Unida en diciembre, decidieron no apoyar en junio a la nueva coalición formada por ambas organizaciones, dividiendo la mayoría de sus votos entre el PSOE y la abstención. Así, el PSOE compensó la inhibición de una décima parte de sus votantes, que se abstuvieron, con los votos desprendidos de los rivales situados a su izquierda.

Uno de cada cuatro votantes tuvo dudas. Los más seguros de su voto fueron los del PP y los más indecisos los de Ciudadanos. Entre PSOE, Unidos Podemos y la abstención hubo otra zona concurrida de indecisión. Entre los votantes de Ciudadanos y de Unidos Podemos se manifestó, tras la votación, el porcentaje más elevado de votantes que declaraban haber votado menos convencidos de su decisión. Ciudadanos, Podemos e Izquierda Unida no solo transfirieron votantes al PP y al PSOE, como si de un retorno a sus competidores establecidos se tratara, sino que no consiguieron retener todos los votos que habían sumado en las elecciones de diciembre.

El barómetro de octubre reafirma la distribución del voto registrada en las elecciones de junio y desvela alguna novedad que conviene anotar. El PP sigue respaldado por el electorado más estable y sigue recuperando votos a costa de Ciudadanos, al que declaran su lealtad, apenas tres meses después de las elecciones, sólo el 65 % de los votantes. Caso aparte es el PSOE, pero de especial interés. Cuando fue hecho el trabajo de campo para el barómetro del CIS, en la semana siguiente al infausto comité federal, más de la mitad de sus votantes aseguró que volvería a votar al PSOE. El resto no respondió a la pregunta por su voto o se inclinaba por no votar. El CIS estima para el PSOE una pérdida de casi cinco puntos desde las elecciones de junio. Lo significativo es que esos votos no se transfieren a otros partidos y, por tanto, existe la posibilidad de que el PSOE los recupere.

La conclusión de las dos encuestas es que la movilidad electoral en España, altísima en las elecciones de diciembre, se redujo notablemente en junio. La progresión electoral de Podemos y Ciudadanos parece haberse detenido. Más aún, se constata un leve retroceso de ambos, que de momento no consiguen beneficiarse de la crisis del PSOE como cabría esperar.