La verdad se extingue: ahora importa quién aguanta más tiempo el órdago de una mentira. Los analistas se refieren ya como "política de la posverdad" al proceder de los dirigentes que sostienen su versión de los hechos hasta el límite, aunque esté construida en falsedades. Este proceder, aseguran, explica decisiones colectivas que contradicen la lógica: desde el "Brexit" a la victoria de Trump. Ha muerto el dato real, importa la sensación subjetiva.

Esta época de incertidumbres tiene en sus ventajas a sus peores demonios. Internet, que debería ser un canal de conocimiento e información, es cada vez más un hervidero de rumores, engaños, opiniones interesadas y adoctrinamiento camuflado de revelación. Las redes sociales son la fuente de información para muchos ciudadanos y son verdaderos amplificadores de la distorsión. El individuo se convierte en un ser aislado, influido sólo por su círculo virtual de intereses similares, que retroalimenta el engaño que refuerza sus prejuicios.

Se trata de un fenómeno inherente al propio funcionamiento de las redes sociales. La acción de retuitear o compartir el mensaje que nos agrada produce a la larga la multiplicación geométrica del argumento en el ciberespacio. Si alguien lanza una mentira que apele a las vísceras del receptor, conseguirá una amplificación fabulosa: los propios estafados serán sus altavoces.

Lo saben bien los gabinetes de comunicación que ha convertido a los políticos en productos de consumo. Hubo quien creyó que la carrera electoral norteamericana ponía de manifiesto la relevancia del buen periodismo a la hora de denunciar los engaños del mensaje de Trump. Su victoria constata que el asunto es más grave de lo que creíamos.

La apelación a lo emotivo, a la nostalgia de tiempos pasados en los que la vida parecía más segura (una falsa percepción), impregna el mensaje de los políticos y se propaga entre los ciudadanos llevándonos a situaciones esperpénticas: por ejemplo, que el nieto de un inmigrante alemán ilegal alcance la presidencia de EE UU prometiendo un muro que evite la llegada de "sin papeles". Trump logró sus apoyos entre los blancos de la zona rural (donde prima la añoranza de la América pasada y la adaptación a los nuevos tiempos es menor) y las generaciones más jóvenes, atronadas por los mensajes que niegan los hechos, por verdaderos que sean, en las redes sociales.

Bienvenidos a la era de la mentira multiplicada. No se asusten, no es nueva: ya la vivimos en otros tiempos, cuando la prensa de antaño jaleaba a su país hacia la guerra.