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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

¿Ya estamos o falta alguien?

Al recibir la noticia, lo que hizo Hillary fue un Dylan con la ventaja sobre Bob de que ella ya ha recogido cuanto tenía que recoger. De poco le ha servido a la tenaz candidata el tradicional sonido del viento brindado por el establishment musical ni el que Bill se hubiera ganado con creces convertirse en el primer damo de la Casa Blanca. Nada de eso ni las salidas de la pata de banco del adversario han sido suficientes para una pretendiente al cargo que no tiene ni color con el que lo ocupa. La cuestión es que, al igual que los aborígenes de esta Hispania nuestra, los estadounidenses han demostrado ser muy estadounidenses y mucho estadounidenses dejándose llevar por el magnetismo de los guiones del productor por excelencia de realities quien maquilló a Trump de mito de los emprendedores en El aprendiz durante 14 temporadas, con 30 millones de televidentes solo en la primera, cuando en lo que al mundo real se refiere el magnate había convertido en ruina sus negocios. Pero, ¿quién se queda con el auténtico si un encantador de serpientes se le mete en la salita trasladando por activa y por pasiva que otro mundo hecho a nuestra medida es posible? La realidad es que mientras su rival hincó la cerviz en la profunda Arkansas cuando de señora del gobernador se lo montó de progre, cuando trató de sacar la ley de Sanidad a su bola desde un búnker montado bajo el despacho oval ocupado por su marido y no digamos ya cuando el vestidito de Levinsky le cayó encima, Donald nunca ha reconocido revés alguno aleccionado por su abogado, lugarteniente de un galán como el senador McCarthy quien lo alertó de que a cualquier golpe respondiese con uno mayor, para que nos vayamos situando Obama incluido. Sí porque, tras sentirse humillado en la cena de corresponsales por el mandoble de Barack a la provocación sobre su partida de nacimiento, la fantasía de Trump es recoger las llaves de manos del hombre que en 2008 proclamó solemnemente la llegada de «un nuevo amanecer». Y ya ven, se quedó corto.

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